Iniciamos una serie de
artículos con la que pretendemos ofrecer algunas pistas interesantes que les
pueden ayudar a construir sus carteras de fondos, acciones o ETFs.
Uno de los factores más importantes a la hora de confeccionar una cartera de fondos es decidir el peso que uno quiere dar a las acciones, a los bonos y al efectivo. Independientemente del nivel de riesgo que uno quiera asumir y del horizonte temporal que uno disponga, hay dos formas de establecer los porcentajes de cada uno de los tipos de activos dentro de una cartera.
Tenemos por una parte el enfoque estratégico, de mantener las inversiones a largo plazo con rebalanceos periódicos. Y, por otra parte, tenemos el enfoque táctico en el que el inversor o asesor financiero adopta una estrategia más activa intentando evitar las grandes caídas del mercado, con la intención de conseguir una mayor rentabilidad.
Cada vez más inversores están adoptando este enfoque, pero nosotros en Morningstar seguimos prefiriendo un enfoque estratégico a la hora de confeccionar una cartera de fondos. ¿Por qué? Simplemente porque si miramos la experiencia de los gestores tácticos en Estados Unidos hay que admitir que los resultados obtenidos no son nada halagüeños.
Si nos centramos, por ejemplo, en el periodo que va de agosto del 2010 hasta diciembre de 2011 (que comprende un periodo alcista -del 1 de agosto del 2010 hasta el 30 de abril del 2011-, un periodo bajista del 1 de mayo 2011 hasta el 21 de agosto de 2011 y otro periodo bajista, del 22 de agosto de 2011 hasta el 31 de diciembre de 2011) llegamos a la conclusión de que pocos fondos tácticos han batido a un índice como el Vanguard Index, compuesto por un 60% en acciones y un 40% en bonos. Aparte de algunas excepciones, los fondos tácticos fueron menos rentables, más volátiles y cayeron más que el índice mencionado.
Entonces, si es tan difícil para el inversor profesional conseguir resultados probados con un enfoque, también lo será para el inversor particular.
Por eso en Morningstar preferimos un enfoque estratégico, de “buy and hold” (comprar y mantener) como dicen los anglosajones. Sí. Ya sé lo que me vais a decir…”que el buy and hold no funcionó en el 2008”. Cierto. Fue un año difícil… pero no podemos valorar esta estrategia en lo que ha ocurrido en un solo año sino que hay que juzgar sus resultados a más largo plazo. Adoptar este enfoque estratégico es, en realidad, reconocer que los activos de mayor riesgo, como las acciones, necesitan periodos más largos de tiempo para proporcionar de forma consistente mayores rentabilidades que otras inversiones.
Dicho esto, el enfoque estratégico puede mejorarse de tres maneras. Primero, este enfoque no implica que uno deba invertir todo su patrimonio en un determinado momento. Desde Morningstar siempre hemos incitado al inversor a que invierta de forma paulatina para de esta forma evitar tomar una decisión en el peor momento posible (nota: este consejo no sólo vale para las compras sino también para las ventas).
Segundo, tenga en cuenta que en realidad nadie tiene un solo horizonte de inversión. Para cada inversor hay tantos horizontes de inversión como objetivos de inversión: uno puede ahorrar, al mismo tiempo, para preparar su jubilación, para comprarse un coche y para la educación de sus hijos. Hay dinero que necesitará recuperar a corto y otro que sí puede invertir a largo plazo.
Tercero, un enfoque estratégico no significa el inmovilismo absoluto. No sólo el plazo de inversión va variando con los años sino que la propia estructura de la cartera va cambiando en función de los movimientos de los mercados.
Con todas estas matizaciones pensamos que el enfoque estratégico es el más adecuado para la mayoría de pequeños inversores.