Por ejemplo, en el Reino Unido los bonos del Estado (los llamados “gilts”) han tocado su nivel más bajo de los últimos cincuenta años. Un situación similar está ocurriendo en Estados Unidos.
La fortaleza relativa de los bonos no es nueva. Según datos del
banco de inversión Barclays Capital, la renta fija fue el tipo de activo que mayor rentabilidad obtuvo durante el año 2002, con una rentabilidad real del 6,7% frente a una caída del 24,5% para la renta variable. En Estados Unidos, la rentabilidad real que consiguieron los bonos del Tesoro fue del 13,9% el año pasado mientras que las acciones cayeron un 23,0%.
No es de extrañar, por lo tanto, que en la última encuesta de Merrill Lynch, dos tercios de los gestores de fondos consideren que la renta fija está sobrevalorada. Apenas el 4% de los encuestados estima que aún hay valor en los bonos y el 12% piensa que la renta fija superará a la renta variable en los próximos doce meses.
Tampoco es difícil entender por qué la deuda pública tiene tanto éxito en estos momentos. En tiempos de gran incertidumbre, muchos inversores prefieren la seguridad de unos títulos emitidos por unos países de los que saben existen pocas posibilidades que entren en quiebra.
La seguridad del Estado
También ha habido en estos últimos tiempos una clara relación inversa entre la caída de las bolsas y la subida de los bonos. Muchos inversores, incluidos los partícipes de fondos, han traspasado su dinero de la renta variable a la renta fija. En este último año de difícil condiciones de mercado, los fondos de obligaciones se han vendido con bastante facilidad entre el público.
A cierto punto, este cambio en la distribución de activos tiene sentido ya que muchos inversores llegaron a tener una exposición demasiada alta en renta variable durante la larga época de la burbuja bursátil.
Es cierto que, a muy largo plazo, las acciones tienden a batir a los bonos. La firma de inversión Crédit Suisse First Boston, por ejemplo, estima que 1.000 libras esterlinas invertidas en acciones en el año 1869 valdrían ahora mismo 283.851 libras en términos reales mientras que sólo valdrían 1.035 libras si se hubieran invertido en bonos británicos. Pero, evidentemente, este razonamiento no impide que de vez en cuando las acciones estén claramente sobrevaloradas.
La cuestión es si el cambio no ha ido demasiado lejos. ¿No ha habido una tal acumulación de dinero en bonos por parte de los inversores que se ha formado una burbuja en este mercado?
la respuesta dependerá en gran medida de cómo evolucione la situación económica en los próximos años. En un contexto de deflación, en el que los precios registran caídas, los bonos suelen comportarse bastante bien ya que preservan el capital.
Una mayor inflación
Por el contrario, en épocas de subidas de precios, como la de los años 70 (en la que las tasas de inflación alcanzaban el 20%), los bonos pierden rápidamente valor. “La inflación es el enemigo de los tipos de interés”, afirma Steward Cowley, jefe de renta fija en Newton.
Pero los resultados de la última encuesta de Merrill Lynch son sorprendentes. Es, en efecto, paradójico, que al mismo tiempo los gestores de fondos estimen que los bonos están sobrevaloradores y, al mismo tiempo, esperen un bajo crecimiento económico.
Otro elemento que deben considerar los inversores en renta fija es los crecientes déficit públicos a ambos lados del Atlántico. Tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, aunque por diferentes motivos, el gasto público está aumentando y los impuestos disminuyendo. Como consecuencia, los gobiernos tendrán que emitir más deuda para financiarse.
El incremento en la oferta de bonos hará disminuir su precio y aumentar su rentabilidad en el mercado. Esto es una razón adicional por la que la renta fija puede estar llegando a su máximo en estos momentos.
Unos bonos caros
Por el contrario, hay expertos, como Andrew Milligan, jefe de estrategia global de Standard Life Investments, que consideran que los bonos están caros pero que hablar de burbuja es demasiado fuerte.
El tema es que si la renta fija está sobrevalorada, entonces la renta variable debería ser considerada, de nuevo, como una alternativa atractiva. Puede que el traspaso de acciones a bonos haya ido demasiado lejos.
Pero también puede darse el caso de que las acciones estén sobrevaloradas al mismo tiempo que los bonos. Las primeras podrían seguir pagando los excesos de la burbuja de los 90 mientras que los segundos siguen cotizando la incertidumbre actual.
La dificultad para los inversores está en considerar tanto las características propias de la renta variable y de la renta fija como las relaciones que existen entre estos dos tipos de activos.