Estoy convencido que si aquellos inversores que prefieren invertir en fondos de inversión en lugar de ETFs les pregunto por qué, me dirán que es porque el fondo de inversión tiene unas ventajas fiscales que les hacen más interesantes que los ETFs.
Y es cierto. El inversor en fondos puede diferir el pago de impuesto por las plusvalías generadas traspasando sus participaciones de un fondo a otro, mientras que el inversor en ETF, si quiere cambiar de producto, tiene que vender el ETF, pagar impuestos si ha obtenido una ganancia y reinvertir el neto en el producto de destino.
El fondo, por lo tanto, parece un instrumento más rentable que el ETF desde el punto de vista financiero-fiscal.
Pero en la práctica no siempre es así.
Primero veamos los casos en los que el fondo es superior al ETF.
1) Fondo indexado vs ETF
En la comparativa entre el fondo indexado y el ETF, el primero le gana la partida al segundo. ¿Por qué? Porque la gran ventaja de los ETFs (o una de las grandes ventajas) es su menor coste. Pero claro, cuando comparamos fondos indexados y ETFs, esa ventaja casi desaparece. Y en el mercado español hay buenos fondos indexados (sobre el S&P 500, sobre el Eurostoxx 50, sobre el MSCI World, etc).
2) Pequeñas inversiones en un ETF
Hay otro terreno en el que el fondo le gana la partida al ETF y es cuando uno invierte pequeñas cantidades (no voy a considerar en esta nota la posibilidad que ofrecen plataformas como Scalable Capital de invertir de forma sistemática y periódica en determinados ETFs casi sin coste).
¿Por qué? Porque en el caso del ETF no sólo hay que contemplar el coste de gestión (que es bajo) sino también el coste fijo de compra/venta del preoducto en bolsa. Para las simulaciones que he realizado a continuación he tomado el caso de Renta 4 que cobra un coste de 15 euros en la compra o en la venta si la operación no supera los 30.000 euros.
Eso significa que si por ejemplo invierto 1.000 euros en un ETF, voy a tener que desembolsar 15 euros para compra y otros 15 euros para la venta. 30 euros en total, es decir un 3% de la inversión. Y eso es mucho.
Pero vamos a verlo con una simulación.
Vamos a suponer que el coste de gestión del ETF es del 0,5% y el del fondo el 1,5% anual. También vamos a suponer que la rentabilidad neta de la inversión es del 8% (es la rentabilidad antes de descontar los costes).
Supongamos también que invierto la misma cantidad en el fondo que en el ETF, que mantengo esa inversión 20 años en el fondo (y al cabo de esos 20 años la vendo, pagando impuestos en ese momento) y que en el caso del ETF, vendo y recompro la posición cada año (pagando, por lo tanto, impuestos cada año sobre la plusvalía realizada).
Bien… vamos a ver el primer caso.
Caso 1: inversión de 1.000 euros
El gráfico siguiente representa la evolución del patrimonio invertido en el fondo (en azul) en comparación con el patrimonio invertido en el ETF (en rojo). La caída final del patrimonio invertido en el fondo representa el pago de impuesto (para redondear las cifras, he supuesto un tipo impositivo del 20% sobre las plusvalías).
Claramente el fondo es el ganador.
Caso 2: inversión de 5.000 euros
En este caso hay casi un empate técnico.
Caso 3: inversión de 10.000 euros
En este caso ya vemos que la inversión en ETFs empieza a ser más rentable que la inversión en fondos.
La conclusión para mi es evidente: los inversores no deberían tener miedo al impacto fiscal de los ETFs.