La primera de ellas es la de reducir la tributación de las ganancias de menos de un año del 18% al 15%. La medida, si finalmente se aprueba, tendría sin duda un impacto netamente positivo para los inversores. Una rebaja impositiva siempre es una buena noticia.
La segunda propuesta va en el sentido de eliminar el coste fiscal por pasar de un fondo a otro. Hay q
ue recordar que hoy en día si un partícipe decide traspasar su dinero de un fondo a otro, incluso dentro de una misma gestora o de una misma familia de fondos, debe necesariamente pasar por la taquilla de Hacienda en caso de haber obtenido ganancias.
La propuesta, cómo no, es sumamente atractiva para los inversores. No sólo podrán realizar los cambios de fondos que les parezcan oportunos sin pensar en las posibles repercusiones fiscales sino que debería en principio fomentar la competencia entre las distintas entidades gestoras tanto nacionales como extranjeras lo que, a su vez, podría (insisto en la forma condicional) originar una rebaja de comisiones de gestión en beneficio de los partícipes.
Este cambio fiscal también debería beneficiar a los mejores fondos del mercado, o por lo menos a los percibidos como tal por los inversores.
Visto desde esta óptica la recomendación de esta Comisión de expertos parece de lo más razonable y deseable. En la práctica (suponiendo que la propuesta llegue a buen puerto evidentemente) habrá que ver las posibles contrapartidas a esta exención fiscal. Por ejemplo, ¿mantendrá Hacienda las compensaciones entre pérdidas y ganancias en un sistema en el que los traspasos de fondos no tributan? ¿No habrá una carrera por parte de las gestoras por aumentar las comisiones de reembolso de sus fondos con el fin de evitar de alguna manera la fuga de sus partícipes?, etc.
Pero quizá lo más importante es preguntarse si el incentivo de poder cambiar fácilmente (me refiero sin tener que tributar) de un fondo a otro es realmente lo más conveniente para los inversores. Por supuesto, habrá algunos a los que esta propuesta les venga como anillo al dedo.
Aquellos partícipes que por una razón u otra decidan modificar sustancialmente la composición de su cartera de fondos saldrían beneficiados.
También, aquellos que se dedican a especular con fondos (y no lo digo en sentido peyorativo), comprando y vendiendo participaciones, saltando de una categoría de fondos a otra, verían cumplidos sus sueños fiscales.
Pero, no nos equivoquemos. En primer lugar, los fondos son un instrumento de inversión especialmente pensado para el ahorro a largo plazo. No sólo estoy pensando en los fondos de acciones sino también en los fondos de renta fija (exceptuando los fondos monetarios). Es a largo plazo, en efecto, cuando los fondos realmente consiguen aportar valor añadido al inversor (si aún no está convencido de ello le recomiendo la lectura del artículo “Cómo ganar 9 billones de ptas en 10 años”, centrado en el tremendo impacto del interés compuesto en los fondos de inversión).
Luego, la estrategia de pasar de un fondo a otro buscando en cada momento los productos con mejores expectativas (el “market timing” como dirían los anglosajones) no es ni mucho menos la más adecuada para el inversor particular. Esta práctica termina en muchos casos produciendo resultados bastante decepcionantes.
En definitiva, más que fomentar o incitar a la especulación a corto plazo sería más importante incentivar de una forma clara el ahorro a largo plazo. En esto, curiosamente, parecen coincidir los dos principales partidos políticos de nuestro país. Sólo falta pasar de la política a la práctica.