Cuando uno decide invertir su dinero en un determinado instrumento financiero, lo único que le preocupa es saber qué rentabilidad puede conseguir con su inversión. Hemos insistido muchas veces en que la rentabilidad de un determinado producto no es lo único a lo que el inversor debería prestar atención. En artículos anteriores hemos recalcado la importancia que tiene el conocer el riesgo asociado a cada tipo de inversión. En el mundo financiero hay una máxima que dice, y con mucha razón, que “a mayor rentabilidad esperada, mayor deberá ser el riesgo asumido”. Dicho de otra forma, si pretende ganar un 10% anual en los próximos años no invierta en un FIAMM o un fondo de renta fija a corto plazo. Deberá asumir más riesg
o colocando su dinero, por ejemplo, en un fondo de accione. Pero el que una inversión conlleve más riesgo no significa que uno necesariamente va a conseguir una mayor rentabilidad. Todo es cuestión de probabilidades. Si uno asume más riesgo, tendrá una mayor probabilidad de obtener una elevada rentabilidad pero también tendrá una mayor probabilidad de sufrir una pérdida. En resumidas cuentas, antes de invertir tenga en cuenta el riesgo de la inversión.
Pero quizá antes que examinar la rentabilidad, el riesgo o las comisiones convendría tener claro cuál es el objetivo, el plazo de inversión y sobre todo la fiscalidad de cada producto.
Hoy en día si uno quiere, por poner un ejemplo, invertir en acciones tiene a su alcance una amplia gama de posibilidades de inversión. Puede evidentemente elegir un fondo de inversión especializado en renta variable. También puede hacer aportaciones a un plan de pensiones invertido en acciones. Pero también puede invertir a través de un unit linked o directamente comprando acciones en bolsa. Todas estas opciones son válidas, por supuesto, pero tienen diferencias fiscales importantes entre sí.
El que elija una opción u otra obtendrá al final, una vez descontada la fiscalidad, una rentabilidad muy distinta independientemente de la rentabilidad bruta obtenida (es decir, a generada por las propias inversiones) Por ello para comparar diferentes inversiones es fundamental examinar lo que los expertos llaman la rentabilidad financiero-fiscal y que no es otra cosa que la rentabilidad después de impuestos.
El ejemplo de las cuentas de alta remuneración
Un claro ejemplo del impacto que supone la fiscalidad en la rentabilidad final para el inversor lo constituyen las famosas cuentas de alta remuneración. Algunas de estas cuentas ofrecen, en efecto, rentabilidades de hasta el 6% TAE (Tasa Anual Equivalente). Viendo esta rentabilidad y comparándola con los mejores FIAMM que han rentado cerca de un 5% en los doce últimos meses (caso del Mutuafondo Dinero) uno podría llegar a la conclusión de que para invertir a corto plazo es desde luego el producto más interesante. Además, uno puede argumentar que la rentabilidad que puedan obtener los fondos monetarios de aquí a un año estará muy por debajo de ese 5% debido a la caída que están experimentando los tipos de interés a corto plazo... aunque en este sentido también es muy probable que esas cuentas de alta remuneración vayan igualmente rebajando el interés ofrecido. Pero llegar a esta conclusión fijándose únicamente en la rentabilidad bruta es un error.
Hay que comparar lo que es la rentabilidad después de impuestos y, en este caso, algunos FIAMM pueden ser más rentables que las mejores cuentas de alta remuneración. ¿Porqué? Porque los intereses de estas cuentas tributan como rendimientos de capital mobiliario al tipo marginal, el tipo más alto en la declaración de la renta, el cual puede llegar hasta el 48% para rentas muy altas. Mientras, las ganancias provenientes de los FIAMM (y de los fondos en general) tributan a un tipo fijo del 18% siempre, eso sí, que la antigüedad sea superior a un año. Por lo tanto, en algunas situaciones puede ser más interesante invertir en un producto que dé menos rentabilidad bruta pero cuya fiscalidad sea más favorable. Por ejemplo, para una persona que tribute a un tipo marginal del 48%, es indiferente invertir a un año vista en una cuenta de alta remuneración al 5,5% que hacerlo en un FIAMM que dé un 3,5% a un año y un día.
Productos específicos
Dicho esto, también es importante saber que existen productos de inversión pensados para objetivos muy concretos y que se benefician de una ventajosa fiscalidad. Es el caso, por ejemplo, de las cuentas vivienda para aquellos que están pensando en ahorrar para la compra de una vivienda o de los planes de pensiones para aquellos que quieran preparar su futura jubilación... aunque, en el caso precisamente de los planes de pensiones, veremos (en un próximo artículo) que no sólo hay que centrarse en las ventajas fiscales a la hora de realizar las aportaciones sino también en la tributación a la hora de recuperar la inversión. Y aquí podemos encontrarnos con algunas sorpresas...
En la próxima entrega de esta serie de artículos dedicados a la fiscalidad veremos cómo ahorrar impuestos con las pérdidas procedentes de fondos de inversión.