Después de décadas de caída de los rendimientos de los bonos y de baja inflación, o incluso de periodos de deflación, el repunte de la inflación y el hecho de que se mantenga en niveles elevados está en el centro de las preocupaciones de los inversores.
La inflación reduce el poder adquisitivo de muchas clases de activos. Reduce el cupón pagado por los bonos. El aumento de la tasa libre de riesgo a largo plazo también puede lastrar los márgenes de ciertas empresas, lo que afecta al potencial de valoración de sus acciones.
Por lo tanto, ignorar la inflación es imposible.
Pero, ¿debemos intentar predecir su nivel a corto plazo? No necesariamente. Por otra parte, comprender la evolución de los regímenes inflacionistas a lo largo del tiempo y el comportamiento de las distintas clases de activos puede ser útil para saber cómo gestionar una distribución de cartera a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, el análisis de los regímenes de inflación entre 1900 y 2020 muestra que las fases de baja inflación son bastante infrecuentes. Por otra parte, la aparición de regímenes de inflación superiores al 5% es elevada y la probabilidad de que esta fase vaya seguida de un nivel de inflación sostenido es alta.
Sin embargo, en un contexto de alta inflación, la renta variable y la renta fija se ven penalizadas. En lo que respecta a la renta variable, la dispersión de los resultados entre sectores es importante, con riesgos considerables de pérdida de capital, lo que significa que la renta variable no es la clase de activos que mejor puede protegerse contra el riesgo de inflación elevada. Esta dispersión del rendimiento también significa que no es posible favorecer un posicionamiento de estilo (crecimiento o valor) en función del régimen inflacionario.
Entonces, ¿cómo debe construirse una cartera?
Tras la pandemia y el posterior repunte de los mercados financieros, ahora nos encontramos en niveles de valoración extremadamente ajustados en todas las clases de activos y en la mayoría de las zonas geográficas, en un momento en que el crecimiento económico se está ralentizando.
La exposición a activos caros aumenta el riesgo de una cartera y no compensa, a largo plazo, la pérdida de poder adquisitivo debida a la inflación. Esto significa que hay que buscar clases de activos que cotizan con descuento. Pero estas clases de activos no suelen gustar a los inversores.
Además, la inflación no es el único factor de riesgo que puede afectar a una cartera. Otros elementos relacionados con el régimen macroeconómico, como las divisas, pueden tener un impacto significativo en la rentabilidad de una cartera.