Las criptomonedas son un tema de conversación cada vez más dominante en el ámbito institucional ya que los inversores profesionales tratan de entender si son una auténtica clase de activo o simplemente la última de una larga lista de manías financieras.
Como inversores a largo plazo, orientados a la valoración, resulta tentador ignorar las convulsiones que se producen en un rincón de los mercados de capitales y centrar nuestra atención y recursos en activos con resultados más predecibles. Sin embargo, la experiencia nos ha enseñado que los excesos en una parte de los mercados de capitales pueden hacer metástasis, afectando a todos los inversores y, por tanto, no pueden ser ignorados.
A la hora de abordar estas situaciones, suele ser útil fijarse en episodios similares de la historia para tratar de aprender lecciones que beneficien a nuestras decisiones en el presente. Por ello, es perfectamente oportuno que William Bernstein haya publicado su nuevo libro sobre "Los delirios de las multitudes". Como psicólogo e inversor, Bernstein se interesa por la forma en que tomamos las decisiones de inversión y este libro hace un magnífico trabajo al relatar las manías religiosas y financieras más graves de los últimos 500 años.
Características de las manías del mercado
Con este telón de fondo, el actual entusiasmo por las criptodivisas y las empresas tecnológicas relacionadas parece más bien insulso. Sin embargo, tiene muchas de las características de estos episodios históricos: la llegada de una nueva tecnología, el apoyo de los bajos tipos de interés, un rápido aumento de la oferta (según CoinMarketCap, el valor total de las criptodivisas alcanzó un pico reciente de más de 2,2 billones de dólares, frente a los 243.000 millones de dólares de hace un año), un desprecio por el principio tradicional de valoración de activos, y una separación de la sociedad entre los que "lo entienden" (recordemos los perfiles de las redes sociales con "ojos de láser") y los que no, dando lugar estos últimos a la creación de bucles de creencia que se refuerzan a sí mismos.
Dadas estas similitudes, las manías históricas pueden proporcionar varias lecciones importantes para los inversores en el entorno actual que son igualmente relevantes para los que están "dentro" o "fuera".
En primer lugar, las manías pueden persistir y crecer durante más tiempo del que parece razonable, ya que están alimentadas por las historias de quienes han ganado enormes sumas de dinero. Estas historias tienden a atraer a más gente hasta que la manía se derrumba por su propio peso, lo que da lugar a una redistribución de la riqueza entre los que vendieron pronto y los que compraron tarde.
En segundo lugar, la aparente disponibilidad de la riqueza actúa como un fuerte incentivo para un comportamiento moral deficiente, por lo que deberíamos estar más atentos a las posibilidades de fraude, que normalmente sólo se descubren a posteriori.
En tercer lugar, la existencia de una manía no excluye la posibilidad de que algunos inversores a largo plazo obtengan importantes ganancias financieras y beneficios para la sociedad en su conjunto. Aunque la manía ferroviaria del siglo XVIII arruinó a muchos inversores, por ejemplo, el desarrollo de infraestructuras resultante impulsó el crecimiento económico a largo plazo en el Reino Unido.
Del mismo modo, la quiebra de las puntocom arruinó a los inversores, pero promovió la tecnología que ha permitido a muchos de nosotros seguir siendo productivos y estar en contacto con nuestras familias mientras hemos estado en casa durante el último año.
En cuarto lugar, puede haber mecanismos de transmisión ocultos entre el epicentro de la manía y el sistema financiero más amplio que expongan vulnerabilidades previamente desconocidas en este último. Un buen ejemplo de ello es el impacto sobre los ahorradores británicos, especialmente los jubilados, tras el estallido del boom inmobiliario estadounidense de la última década.
Por último, hay que tener cuidado con el compromiso creciente. Este fenómeno fue identificado por el profesor Barry Staw y describe una situación en la que los entusiastas se comprometen cada vez más con una creencia tras los contratiempos, lo que da lugar a un aumento de la inversión (de capital monetario o emocional) y, posteriormente, a una mayor pérdida cuando el resultado final se hace ineludible.
Esta escalada es característica de una visión determinista del futuro. En realidad, el futuro es incierto y, por tanto, como inversores, debemos tener cuidado con adherirnos a una única opinión con demasiada fuerza.
Seguimos siendo cautos
Tal vez la observación más notable sea el cambio de motivación de los operadores de criptodivisas. Lo que comenzó como un grupo de "pioneros" se ha transformado en un grupo cada vez mayor de "operadores de ganancias rápidas". Este motivo es comprensible, pero está lleno de peligros.
Saber quién está al otro lado de una operación es una consideración clave que debemos destacar. Por cada comprador, hay un vendedor (a menos que uno se dedique a la minería de monedas), así que tiene que pensar en cuál puede ser su ventaja sobre esa persona o entidad. Bill Miller estableció un famoso marco para pensar en su ventaja de inversión, que plasmó con gracia en tres cubos.
Ventaja informativa: ¿tiene usted realmente más acceso a información o a datos que el conjunto de inversores?
Ventaja analítica: ¿puede hacer más con esa información que el conjunto de inversores?
Ventaja de comportamiento: ¿tiene usted mejor temperamento o capacidad para entender el comportamiento de los demás que el conjunto de inversores?
En realidad, el futuro es incierto y, por tanto, como inversores, debemos tener cuidado con adherirnos a una sola opinión con demasiada fuerza, incluida la nuestra. Piense siempre en su ventaja como inversor. Si no la tiene, debe andarse con mucho cuidado. Esto no quiere decir que no se pueda obtener una ventaja en el estimulante mundo de las criptomonedas, y algunos inversores podrán sacar provecho de su ventaja.
Para terminar con este tema cada vez más importante, lo único que sabemos sobre las manías es que debemos centrarnos increíblemente en la solidez de las carteras que gestionamos. Esto es holístico por necesidad, buscando los posibles efectos en cadena de otros activos o las vulnerabilidades inherentes al sistema financiero.
En última instancia, las criptomonedas son complejas y extremadamente difíciles de valorar, pero ese trabajo profundo es exactamente lo que se requiere para realizar una inversión sólida. Diríamos que ahora es un buen momento para centrarse en la solidez de la cartera como parte de este análisis, que en realidad son dos caras de la misma (cripto)moneda.