Que nadie se ofusque. La pregunta que sirve de titular a esta columna está intencionadamente mal formulada. Aunque la mayoría de fondos que se venden activamente en España son fondos llamados de acumulación (porque van acumulando dentro del mismo fondo los dividendos o los cupones – en el caso de fondos de renta fija - distribuidos por los títulos presentes dentro de la cartera, haciendo crecer de esta forma su valor liquidativo), hay evidentemente fondos o clases de fondos que reparten un dividendo a sus partícipes. Son los fondos o clases de reparto o de distribución (algunos llevan en el nombre la palabra inglesa “income” para diferenciarlos de los demás). Pero lo cierto es que hay muy pocos fondos españoles que tienen esta característica.
La razón es muy simple. Hasta hace muy poco los dividendos que repartían los fondos de inversión no tienen las mismas ventajas fiscales que los dividendos distribuidos por las acciones. Pero desde el año 2016 los dividendos de acciones y los dividendos de fondos tienen exactamente la misma fiscalidad.
El que un fondo pueda distribuir un dividendo es un atractivo importante para determinados partícipes. Por tres motivos de peso.
Primero porque me temo que vamos a vivir en los próximos años un escenario de bajo crecimiento y probablemente de baja rentabilidad para los activos tradicionales de renta variable, pero también de renta fija. En ese contexto el dividendo adquiere una importancia trascendental. En realidad los dividendos siempre han sido una parte importante de la rentabilidad final para el inversor (si medimos la rentabilidad de las bolsas mundiales desde 1994, más del tercio de la rentabilidad conseguida se debe a los dividendos). Y lo mismo podríamos decir de los cupones pagados por los títulos de renta fija, ya sean bonos u obligaciones.
Segundo, y es una consecuencia directa de la incertidumbre creciente que reina en los mercados, porque existe realmente una necesidad por parte de un gran segmento de la comunidad inversora de obtener unos rendimientos más o menos constantes. Está demostrado, por utilizar unos conceptos técnicos, que la volatilidad de los dividendos es mucho más baja que la volatilidad de las ganancias de capital. Dicho de otra manera los dividendos son mucho más estables que las subidas de las cotizaciones, sin contar que en lugar de subidas de cotizaciones uno puede perfectamente encontrarse con bajadas de precios; la rentabilidad por dividendo, por el contrario, siempre es positiva.
Por último el que un fondo de inversión reparta dividendos tiene, para el pequeño inversor, una gran ventaja respecto a los dividendos que pueda distribuir una empresa cotizada, por muy sólida que sea.
El fondo, en efecto, no es más que un conjunto de valores y como tal presentará más estabilidad en el hipotético caso de que pagara dividendos. El inversor que invierte en un valor pensando especialmente en cobrar el dividendo (siempre me ha sorprendido la cantidad de inversores que preguntan si es interesante comprar un determinado valor para cobrar el dividendo) puede encontrarse con la mala sorpresa de que ésta ha decidido recortar el pago al accionista, o, peor, suprimirlo por completo. En un fondo de inversión, el impacto de la decisión de una empresa o, incluso, de varias, tendría un impacto mucho menor.