Las salidas de gestores son a veces noticia en la prensa, pero ¿tienen un impacto tan significativo en la vida de un fondo? Mirando hacia atrás, podemos ver que después de la repentina salida de Bill Gross a finales de 2014, PIMCO se las arregló para levantar la cabeza mediante la creación de un nuevo equipo de gestión. La gestora, sin duda también gracias a su historial de rentabilidad (ver la historia del fondo Total Return, calificado como Silver por el equipo de analistas de Morningstar), ha conseguido mantenerse en las carteras de los inversores.
Un estudio de Morningstar hecho en Estados Unidos hace un par de años muestra que, entre los fondos de renta variable, el impacto de la salida de un gestor sobre el rentabilidad de un fondo es inexistente, independientemente del horizonte temporal considerado.
"Un cambio de gestor no es un predictor útil del deterioro de la rentabilidad de un fondo", observan Madison Sargis y Kai Chang, miembros del equipo de análisis de Morningstar. "De hecho, no hay relación entre el cambio de gestor y la rentabilidad futura en los tres años siguientes."
La explicación de la ausencia de relación está ligada a la evolución de la industria: cada vez más fondos se gestionan de forma colectiva, con procesos robustos y relativamente estables a lo largo del tiempo. Lo mismo se aplica a algunos fondos gestionados por un solo gestor, pero con la ayuda de equipos de analistas que pueden ser en algunos casos importantes.
En Estados Unidos, tres cuartas partes de los fondos de renta variable y de renta fija son gestionados actualmente por equipos, en comparación con aproximadamente la mitad a principios de los años noventa.
Si la rentabilidad no varía mucho, los inversores tienden a reaccionar de forma exagerada ante este tipo de noticias, como ilustra el ejemplo de PIMCO. "Nuestro análisis sugiere que los inversores utilizan el cambio de gestor, en igualdad de condiciones, como señal para abandonar un fondo cuando no tienen motivos para hacerlo", afirman Sargis y Chang. Peor aún, al retirar su dinero, los inversores tienden a penalizar al fondo.
Se trata de un sesgo conductual bastante clásico. Cuando el entorno cambia, los inversores se sienten obligados a actuar, mientras que la mayoría de las veces es más prudente no hacer nada. Las personas tienden a sentirse relativamente cómodas con el status quo y tienen dificultades para hacer frente a un entorno cambiante. Sin embargo, un cambio de gestor no siempre significa un deterioro de la rentabilidad.
Esto no significa que un fondo no pueda tener un rendimiento inferior al esperado. Pero este bajo rendimiento no está relacionado con el cambio de gestor como tal. Los únicos fondos que escapan a este comportamiento irracional de los inversores son los fondos con una notable rentabilidad. Cuando un fondo genera alfa de forma significativa, parece que los inversores se lo piensan dos veces antes de retirar sus activos.
Mientras que la generación de alfa puede limitar el impacto sobre los flujos de la salida de un gestor, el tamaño juega un papel amplificador. La razón es relativamente obvia: los fondos más grandes atraen más la atención de los inversores que los más pequeños.
Por último, el estudio muestra que el sector de la gestión de activos en Estados Unidos ha madurado. Los cambios de gestor se suelen planificar por adelantado y, por lo general, se establece un plan de sucesión que se comunica bien a los inversores. Además, las gestoras disponen de importantes recursos internos en materia de análisis y gestión de riesgos y las políticas de inversión están relativamente bien definidas.
Los inversores, por otro lado, están mostrando una falta de serenidad. Al igual que con el seguimiento de la rentabilidad de los fondos, tienden a querer intervenir cuando la mayor parte del tiempo, no actuar es la mejor solución. En lugar de ello, deberían pensar dos veces sobre las implicaciones de un cambio de gestor antes de actuar, y considerar si la salida de un gestor tiene un impacto en el proceso de inversión o en la filosofía de gestión del fondo en cuestión.
Las consideraciones fiscales también son importantes. Por último, los inversores deberían analizar la evolución de los costes. Si los costes del fondo son altos, tratar de reemplazarlo con una alternativa más barata puede tener sentido.