Si uno es consciente de que el riesgo de carbono puede afectar a la rentabilidad futura de sus fondos o, si por principio, uno está convencido de la necesidad de proteger el medio ambiente incluso a través de sus inversiones, entonces se plantea la duda de qué puede hacer para reducir el riesgo de carbono de su cartera de fondo.
Los gestores de fondos tienen a su alcance 3 vías para intentar reducir el riesgo de carbono de sus fondos. La primera vía es la de la implicación (o “engagement” en inglés), a la que tienen sobre todo alcance las grandes gestoras de fondos y los grandes fondos de pensiones que tienen capacidad para influir en las compañías con sus decisiones. Con esta vía, los gestores podrían, por ejemplo, pedir a las empresas que mejoren la divulgación de sus emisiones de carbono; podrían también presionarlas para que utilicen sistemas energéticos menos contaminantes. Lo cierto es que cada vez más las gestoras se implican en la descarbonización de sus carteras y participan en agrupaciones que tienen precisamente este objetivo, como, por ejemplo, la Coalición para la Descarbonización de las Carteras (PDC o Portfolio Decarbonization Coalition, por sus siglas en inglés), integrada por un grupo de inversores institucionales que se han comprometido a apoyar la lucha contra el cambio climático. La coalición cuenta en estos momentos con más de 30 miembros que gestionan unos activos por valor de más de 800.000 millones de dólares. La vía de la implicación tiene evidentemente implicaciones positivas a largo plazo para la descarbonización de las carteras de inversión.
A más corto plazo, los gestores también pueden optar por la desinversión pura y dura (“disinvestment” en inglés). Es la vía más rápida y más fácil para descarbonizar una cartera. Se trata simplemente de eliminar de la cartera aquellos sectores más contaminantes. ¿Cuáles son? Hay 3 grandes sectores responsables de gran parte de la huella de carbono de las carteras diversificadas a nivel global: el de utilities o servicios públicos, el de materiales y el de energía. Estos 3 sectores que constituyen en torno al 15% del índice MSCI World pueden ser fácilmente responsables del 70% de las emisiones de carbono.
La idea de la desinversión se basa, en parte, en que las compañías relacionadas con combustibles fósiles tendrán una rentabilidad a largo plazo por debajo de la media debido, entre otros factores, al aumento de los costes de extracción o a la disminución de la demanda de combustibles fósiles.
Lo partidarios de la desinversión también ponen sobre la meda el argumento de que índices “libres” de combustibles fósiles obtienen mayor rentabilidad que los índices tradicionales que no restringen sus inversiones, como muestra el gráfico siguiente.
Pero la vía de la desinversión también tiene sus puntos débiles y no son pocos. En primer lugar, hay compañías que pertenecen a los sectores mencionados, pero que no son contaminantes. También hay empresas contaminantes que no pertenecen a estos sectores señalados. Otro argumento en contra de esta vía es que, si uno desinvierte en una compañía, ya no tiene control sobre el management y no puede presionarle para que reduzca sus emisiones. Las compañías de combustibles fósiles pueden hacerlo mejor o peor que el mercado en su conjunto. Además al eliminar de la cartera empresas de sectores de utilities o energía, uno elimina también empresas productoras de energía renovable y empresas que intentan mejorar su huella de carbono (muchas veces son las mismas compañías las que más contaminan y las que, a la vez, más invierten en energías renovables).
Por estos argumentos en contra muchos gestores prefieren la vía de la inversión selectiva (o best-in-class en inglés). Se trata de seleccionar empresas dentro de un sector que sean más eficientes desde el punto de vista de emisiones de carbono que sus competidores. En este artículo, vimos, por ejemplo, cuáles eran de las 10 mayores compañías petroleras y gasistas del mundo que cotizan en bolsa las que mejor gestionan el riesgo de gases de efecto invernadero.
También se puede reducir la exposición al carbono invirtiendo selectivamente en las tecnologías de sustitución del futuro.