En las últimas semanas, Turquía ha sido objeto de mucha atención. En dificultades desde principios de año, la bolsa de Estambul se desplomó un 37% en los primeros 14 días de agosto (lo que elevó la pérdida a más del 48% desde el 1 de enero), alcanzando la lira turca un mínimo histórico frente al dólar estadounidense.
Evolución del Morningstar Turkey Index NR en los últimos 12 meses
Fuente: Morningstar Direct (datos en euros a 23 de agosto de 2018)
Detrás de estos movimientos hay varias razones. Por un lado, la crisis financiera ha terminado en su mayor parte, al igual que la relajación cuantitativa de muchas economías desarrolladas, empezando por los Estados Unidos. El flujo de capital que ha impulsado el crédito en muchas economías en desarrollo (como Turquía) en los últimos años ha regresado en gran medida a mercados más estables, que han visto subir sus tipos de interés.
Las crecientes tensiones con los Estados Unidos también han desempeñado un papel importante en las últimas semanas. El 10 de agosto, el Presidente Donald Trump anunció que había dado luz verde al aumento de los aranceles sobre el aluminio y el acero importados de Turquía. Ankara respondió con impuestos de 533 millones de dólares y boicoteó los productos electrónicos estadounidenses. Pero Trump amenazó con más sanciones, asegurando de que Estados Unidos "no se quede de brazos cruzados". Una amenaza que el viernes 17 hizo perder a la lira turca un nuevo 6% sobre el dólar estadounidense.
Anteriormente, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos había impuesto sanciones al Ministro de Justicia turco, Abdulhamit Gül, y al Ministro del Interior turco, Süleyman Soylu, en el caso del pastor estadounidense Andrew Branson encarcelado en Turquía desde octubre de 2016, acusado de complicidad con el movimiento de oposición del predicador islámico Fethullah Gülen, considerado por Ankara como terrorista y simpatizante de los kurdos del PKK. Se prohibió a los dos representantes del Gobierno turco la entrada en los Estados Unidos y se congelaron sus activos.
En realidad, a pesar de la importancia de estos aspectos, la economía turca tiene problemas más profundos. "El país ha estado atrapado en un círculo vicioso durante años: una inflación alta e incontrolada, resultante de la búsqueda de un crecimiento económico impulsado por el crédito, pero sin una respuesta política eficaz por parte del banco central, que carece de autonomía real con respecto al gobierno. Esto ha dado lugar a una lira cada vez más débil, lo que ha incrementado la tasa de inflación. Y aunque este no es un fenómeno nuevo para Turquía, los problemas internos del país se ven ahora exacerbados por una serie de desafíos externos", comenta Richard Jenkins, gestor de bonos de mercados emergentes de State Street Global Advisors.
Mientras que los recientes sell-off en países como Argentina han sido impulsados por la alta deuda pública en divisas y la alta propiedad extranjera de la deuda, Turquía se encuentra en el extremo opuesto del espectro. La deuda pública en moneda extranjera sobre el PIB es igual al 11%, mientras que la participación extranjera en la deuda pública es igual al 20%. El problema reside en el sector empresarial, donde la deuda equivale al 37% del PIB (21,6% en el caso de los bancos). No es de extrañar que el BCE se centre especialmente en Turquía, ya que lo que parece ser un problema interno podría convertirse pronto en un problema para el sector bancario europeo. Las recientes medidas monetarias de emergencia del Banco Central turco deberían tener un impacto en el crecimiento, y se espera que el PIB real descienda del +7,4% en 2017 al +4,1% en 2018 y al +3,4% en 2019.
"Ahora parece que se necesita ayuda externa, que podría venir en forma de apoyo del Fondo Monetario Internacional, pero eso requeriría un cambio sustancial hacia políticas más sostenibles", dice Salman Ahmed, estratega jefe de inversiones de Lombard Odier. Los mercados seguirán de cerca los objetivos macro de Turquía para los próximos años. Para estabilizar la lira, debería haber señales de que el liderazgo del país está dispuesto a centrarse en un crecimiento más lento, esfuerzos creíbles para reducir la inflación por debajo del 10% e indicaciones explícitas sobre la forma en que el país planea gestionar la cuenta corriente y los déficits presupuestarios. Si el gobierno no fuera capaz de llevar a cabo las reformas deseadas por el mercado, cualquier aumento de los tipos de interés sólo podría proporcionar alivio a corto plazo. En resumen, la crisis turca no parece haber terminado.
Los índices
El MSCI Turkey es un índice basado en la capitalización bursátil ajustada por el free float. El índice se revisa cuatro veces al año y actualmente consta de 24 valores. El índice está muy concentrado: los tres mayores valores representan alrededor del 27% de su cartera. El mayor es Turkiye Garanti Bankasi (9-10%), seguido por Akbank (8-9%) y Eregli Demir Celik Fabrik (8-9%). A nivel sectorial, los valores financieros representan entre el 30 y el 35%, seguidas por los valores industriales (20-22%) y los bienes de consumo (12-15%).
El índice Dow Jones Turkey Titans 20 Index ofrece exposición a las 20 principales acciones que cotizan en la bolsa de Estambul. La referencia se basa en la capitalización bursátil ajustada por el free float, con un peso máximo para cada componente del 10%. El índice, que se revisa anualmente, se orienta hacia el sector financiero (40-45%), seguido de los servicios (14-17%) y los materiales básicos (10-15%). El índice también está muy concentrado: los cinco componentes principales representan más del 40% de su valor. El título más importante es Eregli Demir Celik Fabrik (9-10%), seguido por Akbank (9-10%) y Bim Birlesik Magazalar As (8-9%).
La oferta europea
En el viejo continente hay cuatro ETFs especializados en el mercado turco.