La guerra de costes en la inversión pasiva no muestra señales de cansancio. Desde principios de año, muchos proveedores de fondos pasivos han recortado las comisiones de su gama existente o han lanzado al mercado nuevas ofertas con costes ultra competitivos.
En marzo, Lyxor, lanzó, por ejemplo, dos ETFs de renta variable en Estados Unidos y el Reino Unido que realizan un seguimiento de los índices Morningstar con un coste total del 0,04%.
En abril, Xtrackers redujo el coste de su ETF monetario del 0,15% al 0,10%, y la de su gama de ETF del Tesoro estadounidense de 3 a 8 puntos básicos. En la actualidad, ofrece una exposición a los bonos convencionales sin cobertura y a los bonos estadounidenses indexados a la inflación del 0,12%, y una exposición a los bonos convencionales con cobertura en euros del 0,17%.
También en abril, Fidelity lanzó seis fondos indexados domiciliados en Irlanda que ofrecen exposición a índices bursátiles de Estados Unidos, Europa, Japón, Asia-Pacífico ex-Japón, mercados globales y emergentes, con costes totales que oscilan entre el 0,06% para la exposición al S&P 500 y el 0,20% para los mercados emergentes.
Los recortes de costes traen buenos titulares y no nos podemos quejar de que los proveedores de fondos bajen el coste de la inversión. Sin embargo, esta es una buena oportunidad para recordar a los inversores que los costes totales no son los únicos costes de poseer un fondo pasivo.
Los costes de compra y venta
En efecto, hay varios costes, menos visibles, que deben sumarse a los gastos corrientes de un fondo y, por lo tanto, afectan a la rentabilidad del inversor. Muchos de estos costes están relacionados con el proceso de compra y venta de los fondos.
En el caso de los fondos índice tradicionales, se suele pedir a los inversores que entran y salen que cubran los costes de transacción y los impuestos en los que incurre el fondo para no penalizar a los titulares de fondos existentes. Estos costes de entrada/salida pueden expresarse en forma de diferencial u otro mecanismo de precios.
En el caso de los ETFs, que cotizan como acciones en la bolsa, los costes de negociación para los inversores vendrán en forma de diferenciales de compra-venta y comisiones de corretaje.
Además, los inversores que compran y venden fondos pasivos en plataformas también tienen que tener en cuenta las comisiones de plataforma; normalmente una comisión de administración anual que se cobra como porcentaje de la cantidad invertida en la plataforma y/o antes de la negociación.
Todos estos costes podrían describirse como costes de transacción "externos". Sin embargo, los costes de transacción también incurren como parte de la gestión "interna" normal de un fondo pasivo. De hecho, los índices no son estáticos. Los componentes van y vienen en cada reequilibrio, y también pueden experimentar cambios entre reequilibrios para reflejar las decisiones de operaciones de sociedades o de decisiones de agencias de rating.
Los fondos sintéticos tienen ventaja
Los fondos indexados y los ETFs de replicación física tienen que reflejar estos cambios, y los costes asociados con las transacciones de valores por parte de los gestores del fondo afectarán directamente a las rentabilidades. Por el contrario, los ETFs sintéticos, que proporcionan la rentabilidad del índice a través de un contrato de swap con una contraparte, no se ven directamente afectados por estos costes. Sin embargo, el nivel de rotación del índice se tendrá en cuenta como parte de la negociación de las comisiones de swap, que no están incluidas en los gastos totales.
Los costes de transacción inherentes a la gestión de un fondo pasivo están fuera del control de los inversores. Sin embargo, esto no significa que deban ser ignorados durante el proceso de selección. La buena noticia es que la gestión pasiva está altamente automatizada y orientada a un control estricto de los costes de transacción y a la explotación de oportunidades de mejora de rentabilidad, como la optimización fiscal y el préstamo de valores.
Es evidente que mirar los costes totales, si bien es un buen punto de partida, no es la mejor manera de evaluar el coste real de un fondo y, desde luego, no es la única consideración a la hora de seleccionar un fondo. Una aproximación más veraz del coste total de un fondo es considerar su diferencia de seguimiento anualizada -es decir, la diferencia en las rentabilidades anuales entre el fondo y su índice de referencia - además de todos los costes externos y específicos incurridos en el proceso real de compra o venta del fondo.