Los futuros jubilados no lo tendrán nada fácil. Varios tipos de riesgos les esperan en el camino. Quizá el más evidente es la inexorable disminución de las futuras pensiones públicas. La solución es fácil y conocida de todos. No queda más remedio que aumentar el ahorro para complementar la pensión de la Seguridad social, ya sea a través de planes de pensiones, de fondos de inversión, de la compra directa de acciones o de bonos… da igual. Lo importante es ahorrar más.
Otro riesgo menos contemplado por parte de los ahorradores o inversores es lo que los anglosajones denominan el “sequencing risk”. No sé muy bien cómo traducirlo pero la idea es la siguiente: se trata básicamente del riesgo de encontrarse con un mercado bajista en el momento de jubilarse (suponiendo, evidentemente, que en ese momento tiene sus ahorros invertidos en fondos de renta variable). La razón de que esto sea tan problemático para los jubilados es que si los fondos pierden valor a raíz de un mercado bajista eso supone que irá retirando dinero de una cantidad cada vez menor por lo que no conseguirá recuperarse del todo cuando el mercado rebote. Es la idea de que si uno pierde un 50% de su patrimonio, necesita una rentabilidad del 100% para recuperar el nivel inicial de su inversión.
Por supuesto uno no sabe a priori en qué momento el mercado empezará a bajar. Uno no tiene control sobre lo que mercado hará, ni cuándo lo hará. Pero eso no significa que no se pueda hacer nada y que uno tenga que sufrir los vaivenes de los mercados sin pestañear. Una de las cosas que uno puede hacer es asegurarse de que su portafolio para la jubilación es la adecuada, en términos de distribución de activos.
Una idea es, por ejemplo, construir una cartera con varios compartimentos, uno de ellos pensado expresamente por si la parte de renta variable (que sería otro compartimiento) sufre un periodo bajista precisamente en el momento en el que uno empieza a retirar dinero de sus fondos. Ese compartimento, por supuesto, debe estar necesariamente invertido en activos más o menos seguros, como fondos monetarios (no con demasiado peso ya que su rentabilidad es prácticamente nula, o en muchos casos negativa, y eso supondría un coste de oportunidad para el resto de la cartera) o fondos de renta fija a corto o medio plazo. No se trata de obtener una rentabilidad fabulosa con esa parte de la cartera, pero sí de tener un colchón de seguridad del que ir tirando en caso de experimentar un mercado bajista de varios años.