Esta semana me indignaba a través de Twitter de que el fondo que más dinero había captado desde principio de año (o por lo menos en los 5 primeros meses de este año, con cerca de 2.000 millones de euros) era un fondo que no sólo es uno de los peores de su categoría a cinco años, sino que además es uno de los más caros (lo uno evidentemente está relacionado con lo otro).
Sigo sin entender que el fondo con + entradas este año (2.000 millones €) es uno de los peores de su categoría a 5 años y uno de los + caros pic.twitter.com/gxYRqQyHzp
— Fernando Luque (@MorningstarES) 21 de junio de 2017
Da igual el nombre del fondo. Lo que me interesa es por qué más de 150.000 partícipes (¡que se dice pronto!) tienen sus ahorros en este fondo. Al margen de la campaña de promoción (traspaso con bonificación) de la que está siendo objeto este fondo, no entiendo lo que ha motivado este tremendo flujo de dinero hacia este fondo.
En Twitter muchos achacaron el éxito de este producto a la escasa cultura financiera de la mayoría de los partícipes españoles. Coincido en que hace falta más cultura financiera. Simple es deseable. Pero muchas veces lo que hace falta es simplemente más sentido común a la hora de comprar un fondo.
En el caso de los fondos, el inversor debe entender primero qué tipo producto le están ofreciendo. Me conformo con que entienda si el producto es defensivo, moderado o agresivo. Si el inversor no lo tiene claro, que pida a su entidad financiera que le aclare este punto.
A partir de aquí el inversor debe, de alguna forma, entender qué rentabilidad puede esperar del fondo que le proponen. Sé que no es nada fácil prever la rentabilidad esperada de un producto financiero, pero no hay que haber hecho un master en finanzas para tener una pequeña idea del asunto. Basta con utilizar el sentido común.
La inmensa mayoría de ahorradores saben perfectamente qué interés pueden obtener si contratan un depósito financiero (pongamos un 1% a un año para simplificar el ejemplo). Pues bien, si un depósito da un 1%, entonces es de sentido común entender que un fondo conservador dará una rentabilidad por encima de la de los depósitos, pero tampoco mucho más, pongamos 3% anual.
El siguiente paso es comprobar las comisiones. En principio, la entidad que comercializa el fondo debe proporcionarle esa información. Lo importante aquí es que le den el coste total del producto. Es de sentido común. ¿A qué cuándo uno contrata una habitación de un hotel quiere saber todo lo que incluye el coste?, si el desayuno está incluido, etc. Pues lo mismo con los fondos.
Una vez que uno tiene la información del coste total del producto, lo normal es compararlo con la rentabilidad esperada. Y es de sentido común desechar el producto si el coste es demasiado alto respecto a la rentabilidad esperada. Por ejemplo, uno puede establecer que si el coste supera la mitad de la rentabilidad esperada, lo más recomendable es no invertir en el fondo propuesto (en el caso de los fondos conservadores estaríamos hablando de un coste total por encima del 1,5% anual).
La utilización del sentido común tal como lo hemos planteado con este ejemplo no garantiza evidentemente que vayamos a comprar el producto más rentable, pero sí nos permitirá en muchos casos evitar comprar un producto que tiene pocas posibilidades de éxito.