La popularidad de los ETFs de beta estratégica ha aumentado considerablemente en los últimos años. Uno de los segmentos de más rápido crecimiento son aquellos fondos negociados en bolsa cuyo objetivo es reducir el riesgo dentro de una cartera de acciones: los denominados fondos o ETFs de baja volatilidad o mínima volatilidad. Desde el lanzamiento del primer ETF de mínima volatilidad por Amundi en 2009, el número total de productos se ha multiplicado a casi 70 en todo el mundo, según la clasificación de Morningstar, acumulando casi 45.000 millones de dólares en activos bajo gestión.
En noviembre, Morningstar dio a conocer los Analyst ratings para más de 250 ETFs a nivel mundial, incluyendo algunos de los mayores ETFs que reducen el riesgo. De éstos, catorce han sido clasificados como Silver o Bronze.
Fuente: Morningstar Direct
Los méritos de los ETFs de baja volatilidad
La mayoría de los ETFs siguen índices pertenecientes a la familia de índices MSCI Minimum Volatility. Cada índice MSCI Min Vol tiene como objetivo construir la cartera menos volátil posible con las acciones del índice matriz, bajo un conjunto de restricciones para asegurar una diversificación. Debido a que las acciones deben tener el menor nivel de correlación entre sí, la estrategia no sólo apunta a las acciones menos volátiles. La cartera también puede comprender acciones de volatilidad media a alta.
Por el contrario, la cartera de baja volatilidad ofrecida por PowerShares sólo mantiene las acciones menos volátiles. Cada trimestre, el fondo clasifica los componentes del S&P 500 por su volatilidad durante los últimos 12 meses y elige los 100 menos volátiles. Luego los pondera según el inverso de su volatilidad, de modo que la acción menos volátil recibe la mayor ponderación en la cartera. A diferencia de la familia de índices MSCI Minimum Volatility, el índice S&P 500 Low Volatility no tiene en cuenta cómo interactúan entre sí las acciones de la cartera. Tampoco limita su ponderación sectorial, lo que podría dar lugar a grandes sesgos sectoriales que pueden cambiar con el tiempo.
Vemos mérito en ambas estrategias, ya que deberían ofrecer un mejor comportamiento y un mejor perfil de rentabilidad/riesgo a largo plazo que sus correspondientes benchmarks basados en capitalización de mercado y la mayoría de sus competidores. Sin embargo, estas estrategias son de naturaleza cíclica y pueden experimentar períodos de peor rentabilidad que el mercado.
Hasta ahora, ambas estrategias han cumplido sus promesas. En los últimos tres, cinco y diez años, han logrado una reducción de la volatilidad de alrededor del 20-40% frente al mercado en su conjunto. Por otra parte, en comparación con los demás componentes de su categoría, estos ETFs se han situado entre los mejores tanto en una base ajustada al riesgo como no.
Este buen comportamiento ha atraído a más inversores en las estrategias de reducción de riesgos en los últimos tres años, dejando la duda de si los niveles de valoración no han subido demasiado. Al igual que con cualquier inversión, invertir en un nivel de valoración alto puede significar que uno tenga que esperar más tiempo para conseguir los resultados esperados.