Como cada año en estas fechas cercanas a la Navidad, la prensa económica suele centrar su atención en los planes de pensiones. Es también la época elegida por los inversores para realizar sus aportaciones a estos productos. Es verdad que en los últimos años ha habido una cierta “desestacionalización” de las aportaciones, pero los meses de noviembre y diciembre siguen siendo los preferidos para ello, y lo son por las entidades financieras se apresuran a recordar a sus clientes que aportar a un plan de pensiones tiene ventajas fiscales. Y, desde luego las tiene. Las aportaciones que uno realiza se deducen de la base imponible, por lo que nos permite, en suma, pagar menos impuestos.
Pero para mí, la ventaja fiscal no es la principal ventaja de los planes de pensiones. De hecho, pienso que la fiscalidad de este producto financiero, considerando en conjunto las aportaciones y las prestaciones (es decir el dinero que uno recupera a la jubilación) es bastante mala. Hay que recordar, por ejemplo, que las prestaciones tienen la consideración de rentas de trabajo (algo que nunca he entendido) y que, además, uno tendrá que tributar por el total del dinero retirado, lo que conlleva que tanto las aportaciones como las eventuales ganancias obtenidas serán objeto de tributación (en los fondos de inversión sólo se paga impuestos por las ganancias generadas). Por lo tanto, no; la fiscalidad no es la gran ventaja de los planes de pensiones.
Desde mi punto de vista, la gran ventaja de los planes de pensiones es su obligado carácter de inversión a largo plazo (hablo aquí de aquellos partícipes a los que les queda al menos 10 años para la jubilación – según los datos de 2015 la edad media del partícipe de plan de pensiones ronda los 50 años). El hecho de que uno no puede recuperar su inversión hasta la jubilación (olvidémonos, por un momento, de los casos de enfermedad grave o paro de larga duración que también son situaciones en las que uno puede recuperar su plan) convierte al plan de pensiones en un producto de largo plazo.
Por supuesto, uno puede también invertir a largo plazo en un fondo de inversión o comprando directamente acciones. Pero en estos vehículos de inversión siempre existe la tentación (sobre todo cuando los mercados se mueven en nuestra contra) de desinvertir y olvidarse de ellos. La historia demuestra que es un error.
El problema es que la mayoría de partícipes no se benefician de este carácter de largo plazo e invierten sobre todo en productos de corto plazo y/o bajo riesgo (monetarios, renta fija corto plazo, mixtos conservadores) cuando lo más recomendable es aprovechar ese plazo temporal para asumir algo más de riesgo con sus inversiones.
En conclusión, para mí, la principal ventaja del plan de pensiones respecto a otros instrumentos de inversión no es su fiscalidad. Es el hecho de que obliga al partícipe a estar invertido a largo plazo. La pena es que los partícipes no lo aprovechan.