Todos los analistas coinciden en afirmar que con los tipos de interés en niveles tan bajos (lo cual no significa que n o puedan seguir bajando) lo más probable es que las rentabilidades que uno pueda obtener de los fondos de renta fija sean bastante reducidas y que lo más recomendable es invertir en renta variable.
Lo más probable es que tengan razón. Además, existe el riesgo de que empiecen a subir los tipos de interés de largo plazo (de hecho ya han empezado a hacerlo) lo que generaría pérdidas para los fondos con mayor duración. La tabla adjunta muestra, por ejemplo, que en lo que llevamos de mes de noviembre los fondos de las cuatro principales categorías de renta fija de la Zona Euro están experimentando caídas superiores al punto porcentual.
Fuente: Morningstar Direct
Ahora bien, la cuestión es: si la renta fija ofrece pobres perspectivas de rentabilidad futura, ¿qué hacemos?, ¿lo vendemos todo y nos pasamos a una cartera 100% renta variable?
Desde luego que no, sobre todo porque en caso de desplome de las cotizaciones (y les aseguro que las habrá en el futuro) los fondos de renta fija serán probablemente los que más podrán compensar estas caídas, como ocurrió en el 2008. En el gráfico siguiente mostramos la correlación a 3 años de la categoría Morningstar RF Diversificada Euro con índice Eurostoxx 50.
Por lo tanto, respondiendo a la pregunta que da título a esta columna diría que sí, la mayoría de inversores necesitan bonos en sus carteras (salvo, claro, si uno ha decidido de antemano de tener una cartera 100% en renta variable) porque la pérdida potencial que pueden generar los fondos de renta fija es mucho menor que la que pueden ocasionar los fondos de renta variable. Es simple cuestión de equilibrio de la cartera. Obtendremos una baja rentabilidad, sí, pero conseguiremos aminorar el riesgo de la cartera.