Para el inversor particular elegir un buen fondo no es una tarea especialmente complicada. Tiene herramientas a su alcance (como nuestra web www.morningstar.es) para poder discernir entre un fondo «bueno» y uno «malo», en función de criterios como el proceso inversor, el equeipo de gestión, la rentabilidad o el riesgo. Construir una cartera de fondos es un ejercicio ciertamente más complejo, pero al que tiene que someterse cualquier inversor que quiera invertir con cierto criterio.
Grandes categorías
Al igual que un gestor profesional, el inversor particular que quiera construir una cartera de fondos debe, en primer lugar, identificar los tipos de activos en los que puede invertir antes de lanzarse a comprar sus fondos preferidos. Lo cierto es que hoy en día la gama de fondos al que puede tener acceso es extremadamente amplia. Para el inversor que quiera empezar a construir su cartera lo más recomendable es centrarse en las grandes categorías de fondos como las de acciones estadounidenses, europeas, japonesas y emergentes así como la de renta fija euro. Estos activos son los que, en definitiva, van a conformar el grueso de la cartera que posteriormente podrá completarse con fondo sectoriales o fondos de pequeña capitalización.
Distribución de activos
En una segunda etapa el inversor debe definir su distribución de activos (¿qué peso dar a la renta variable frente a la renta fija?) en función de su horizonte de inversión y de su tolerancia al riesgo. Este es sin duda el paso más importante. Hay estudios que demuestran, en efecto, que el 90% de las diferencias de rentabilidad entre carteras proviene de esa distribución de activos.
Para elegir su cartera el inversor hará bien en basarse en uno de los principios fundamentales de la inversión: el hecho de que uno puede reducir el riesgo si combina tipos de activos que estén descorrelacionados (cuando un activo baja, el otro sube – mensualmente publicamos en la web las correlaciones de la principales categorías de fondos).
A partir de este concepto podemos construir lo que llamamos una frontera eficiente: que no es otra cosa que el conjunto de carteras que presenta la mayor rentabilidad para un determinado riesgo, medido por la volatilidad, o el menor riesgo para una determinada rentabilidad. Para construir esa frontera eficiente necesitamos tres tipos de datos: la rentabilidad esperada de cada uno de los activos que queremos incluir en la cartera, la volatilidad y la correlación de cada uno de ellos.
Metodología
Hay muchas maneras de construir esta frontera eficiente. La más simple es extrapolar rentabilidades pasadas hacia el futuro. Algo más desarrollada es la metodología del CAPM (Capital Asset Pricing Model) que establece que la rentabilidad esperada de un activo depende de su riesgo o, dicho de otra forma, a mayor riesgo mayor rentabilidad. También se puede emplear una metodología más novedosa, más intuitiva también, conocida con el nombre de Black-Litterman, que parte del principio que el mercado es eficiente y que, por lo tanto, la cartera representativa del mercado (es decir, la combinación de activos que hemos elegido) debe situarse sobre la frontera eficiente. A partir de ahí, conociendo los pesos de cada uno de los activos de la cartera (es decir, sus capitalizaciones bursátiles, un dato relativamente fácil de obtener), podemos inferir las rentabilidades implícitas de cada activo.
El paso siguiente es elegir una cartera entre las muchas que se sitúan en esa frontera eficiente; la cartera más defensiva estaría, por ejemplo invertida al 100% en bonos euros y la cartera más agresiva 100% en acciones emergentes.