La tambaleante economía de China ha producido escalofríos a los mercados mundiales en este inicio de 2016, y por buenas razones. Como segunda mayor economía del mundo y principal fuente de crecimiento mundial durante la última década, China importa más que nunca. Adivinar el futuro de China y las consecuencias para el resto del mundo es un ejercicio muy incierto.
Lo que es menos incierto es que China ha llegado a dos puntos de inflexión importantes. El primero punto de inflexión es el cambio económico del país. El exceso de capacidad en amplios sectores de la economía y el aumento de la deuda dudosa forzará una transición hacia un crecimiento basado en el consumo. El segundo punto de inflexión se refiere a la demografía de China. La población en edad de trabajar se reducirá en 43 millones de aquí al año 2030, momento en el cual China tendrá más personas mayores que la UE, Japón y los EE.UU. todos juntos. Estos dos puntos de inflexión conforman gran parte de nuestra visión a largo plazo para China, que hemos resumido con 10 predicciones para los próximos 10 años.
Primera predicción: El crecimiento del PIB se desacelerará a menos de la mitad del ritmo de los últimos 10 años
En primer lugar, esperamos que el crecimiento del PIB de China se desacelere a menos de la mitad del ritmo de estos últimos 10 años. La experiencia histórica de las economías que han pasado de una economía basada en la inversión a una economía basada en el consumo conforma esta primera apuesta. En todos los casos, el reequilibrio de la economía experimenta no sólo una fuerte desaceleración del crecimiento de la inversión, sino también un crecimiento del consumo más débil. Los precedentes históricos también sugieren algunas cuestiones de magnitud; cuanto más grande es el boom, más débil será el subsiguiente crecimiento del PIB. Es preocupante que el auge de China haya sido mayor en magnitud y duración que cualquier otra experiencia del pasado. En nuestra opinión, las expectativas del consenso del mercado, aunque se han moderado, siguen siendo demasiado optimistas en el rango de 5 a 6 %. Esperamos que el crecimiento del PIB se sitúe de media entre el 1,5% y el 4,5 % en los próximos 10 años. Conseguir alcanzar la parte alta de este rango requeriría reformas importantes para fomentar el consumo de los hogares, reasignar el crédito desde el estado hacia el sector privado, e incrementar la productividad de las empresas estatales chinas.
Segunda predicción: Las reformas fracasarán
En segundo lugar, creemos que las reformas tienen muchas posibilidades de fracasar, haciendo incluso que un crecimiento del 4,5% sea un verdadero reto. Nuestro escepticismo se basa en el conflicto inherente entre las reformas clave que debe emprender el país y los dos objetivos políticos primordiales de Pekín: el control y la estabilidad.
Por ejemplo, creemos que es poco probable que Beijing permita los impagos importantes que serían necesarios para eliminar el acceso preferencial al crédito por parte de las empresas de propiedad estatal y reasignar esos créditos a prestatarios más productivos. Si lo hace, correría el riesgo de trastornos sociales masivos y disminuiría el control del Estado sobre la asignación de capital.
Por razones similares, dudamos que la liberalización de los tipos de interés ocurra a corto plazo, ya que muchos prestatarios de propiedad estatal serían incapaces de pagar las tasas de interés fijadas por el mercado. En consecuencia, es muy probable que la transferencia de la riqueza de los ahorradores a los prestatarios públicos persista, lo que dificultará el crecimiento del consumo.
Tercera predicción: lo más probable es que los estímulos sean ineficaces en el mejor de los casos.
La pregunta de si Pekín volverá a su antiguo libro de estrategias de crecimiento ignora la evidencia de que el gobierno ha estado tratando de estimular la economía desde noviembre de 2014. Las múltiples bajadas de tipos de interés y las reducciones de la parte de depósitos que los bancos deben mantener en reserva no han conseguido el impulso de años anteriores.
Esto es en parte debido a la falta de voluntad del prestatario de invertir en un entorno de deterioro de las perspectivas económicas, una reticencia que se refleja en los datos históricamente bajos de las encuestas sobre demanda de créditos realizadas por el banco central. También se debe a las salidas de capital de China, que estimamos en aproximadamente unos 640.00 millones de dólares en 2015. El caso en contra de los estímulos se extiende más allá de las dudas sobre su eficacia. Muchos de los problemas a los que se enfrenta China hoy en día, desde el exceso de capacidad a la morosidad, son las consecuencias de un exceso de estímulo. En este punto, podríamos decir que el estímulo es una copa de whisky para curar la resaca.