Algunos analistas que tratan de poner tranquilidad diciendo que la participación de China en el sistema financiero internacional está limitada, y que su impacto en los países desarrollados es por lo tanto limitado. Sin embargo, la onda de choque de la desaceleración china ya se está sintiendo a través del canal de transmisión que son las divisas, los tipos de cambio, los flujos de capital y el sentimiento del mercado.
Desde 2014 se ha iniciado un movimiento de depreciación del yuan chino. Se estima que desde mediados de 2014, 930.000 millones de dólares han salido del país, con los inversores chinos buscando oportunidades fuera ya que la ralentización económica y el exceso de capacidad de producción deprimen la rentabilidad del capital. Es poco probable que esta situación cambie en el corto plazo.
El Banco Popular de China (PBPOC) intenta apoyar su moneda mediante la venta de sus reservas de divisas. A pesar de que tiene un "tesoro de guerra" significativo (más de 3.300 millones de dólares) y que el país tiene un superávit comercial (de 600.000 millones), el banco central de China no resistirá mucho tiempo.
De hecho, creemos que si las salidas de capital superan los 100.000 millones de dólares, el Banco Popular de China dejaría depreciar su moneda más rápidamente.
Así que hay dos escenarios posibles: una depreciación moderada o una depreciación masiva. La primera es poco probable que ayude al país. La segunda sería una amenaza para la economía mundial.
China no sólo está compitiendo con muchos países de Asia sino también con los países desarrollados cuya divisa se ha depreciado fuertemente. Para recuperar esa diferencia, la moneda china va a tener que depreciarse fuertemente.
Un escenario como este presenta dos peligros. En primer lugar, el de una deflación a nivel mundial. Una depreciación importante enviaría una onda de choque en todo el mundo mediante la exportación de la desinflación. Sonaría la alarma entre los otros bancos centrales.
Luego, el otro peligro sería que la decisión de China desencadene una guerra de divisas entre los países emergentes.
En este punto, el Banco Popular de China ha puesto en marcha una devaluación gradual de su moneda que debería reflejar mejor los fundamentos económicos del país. Esto significa que el banco central debería comportarse como sus homólogos occidentales, utilizando los tipos de interés para controlar la actividad económica, y abandonar, al menos oficialmente, el control del tipo de cambio. Para ello será necesario que el público (chino e internacional) tenga confianza en el gobierno chino: que no hay intervención en el mercado de cambios, que no haya controles de capital, y que no haya discriminación entre inversores nacionales y extranjeros.