El comienzo del año ha sido particularmente turbulento para los mercados financieros, con caídas del 20% en renta variable mundial con respecto a los máximos, un barril de petróleo por debajo de los 30 dólares y una volatilidad por las nubes.
Los bancos centrales podrían enviar señales más alentadoras. Fue el caso a principios de este mes con las palabras reconfortantes de Mario Draghi. Los mercados esperan que los otros grandes bancos centrales tomen el relevo, como podría ser una extensión del "QE" en Japón y que la Fed dejase atrás las subidas de tipos.
Por lo tanto, unas declaraciones más favorables podrían apoyar a los mercados financieros a corto plazo. Para que el efecto dure a largo plazo requerirá, sin embargo, que el crecimiento económico y las ganancias corporativas sean más sostenibles.
El riesgo de que la economía estadounidense entre en recesión todavía está presente en un horizonte de 24 meses. Por un lado, los beneficios empresariales alcanzaron su punto máximo hace ya más de un año. Excluyendo energía y materiales, penalizados por la caída de los precios del petróleo y de las materias primas, los resultados del S&P 500 no se han derrumbado. Sin embargo, el crecimiento de los beneficios y de las ventas se está ralentizando.
Además, los diferenciales de crédito han seguido creciendo desde mayo de 2015. La caída de las materias primas ha alimentado este aumento de los diferenciales y los temores sobre las economías emergentes se han apoderado de los inversores debido al miedo a un efecto contagio en los países desarrollados. Este escenario no se ha confirmado. Sin embargo, los operadores de bonos no están totalmente tranquilos, lo que se ha traducido por un aumento del diferencial de rentabilidad entre el crédito y las acciones en los Estados Unidos.
La ampliación de los diferenciales del mercado de alto rendimiento integra niveles de incumplimiento (default) que parecen muy elevados en términos históricos - niveles que sólo se justifican en tiempos de estrés severo en los mercados.
Fuera de los Estados Unidos, los mercados emergentes son la principal fuente de incertidumbre. El nivel de deuda en dólares de las empresas así como las dificultades de los Estados y del sector privado han alcanzado sus niveles máximos desde el 2008. Los diferenciales de la deuda soberana de países como Brasil, México, Indonesia, Turquía o Sudáfrica superan la media histórica de los últimos cuatro años en más de dos desviaciones estándar.
La sensación general es que la situación podría empeorar. El deterioro de la calificación crediticia de los emisores emergentes se ha revisado con más frecuencia a la baja que al alza, lo que podría resultar en un aumento en el número de defaults. Las salidas de capitales de estos países han superado los 700 millones de dólares el año pasado, según el Instituto de Finanzas Internacionales - muy por encima de los registros observados desde el año 2000.
La perspectiva de un dólar fuerte y la caída de las materias primas constituyen importantes focos de preocupación. Se plantea todavía la cuestión de si a estos niveles de riesgo incorporados en los precios ha llegado el momento de interesarse en estas clases de activos.
Para los mercados emergentes, la ralentización en China, el problema de la deuda, la posición cíclica de EE.UU. sugieren cierta cautela y unas rentabilidades futuras relativamente modestas en el medio plazo. Pero a corto plazo, así como para el high yield, esto podría ser un buen punto de entrada para los inversores que buscan un posicionamiento táctico, sobre todo si son capaces de soportar un alto grado de volatilidad.