Quizás una de las tendencias más interesantes que está emergiendo en el mundo financiero mundial (no sólo estadounidense) es el desarrollo de las estrategias llamadas de “smart” beta o, como preferimos llamarlas en Morningstar de beta estratégico. En estos últimos dos años, por ejemplo, los activos totales invertidos en este tipo de estrategias se han incrementado un 87% y han alcanzado la cifra de 380.000 millones de dólares a nivel mundial.
Se trata de productos de inversión (mayoritariamente ETFs o fondos cotizados) que siguen determinados índices que buscan bien aumentar el rendimiento o modificar el riesgo frente a los índices de referencia tradicionales. No hay que confundir estos ETFs con los ETFs de gestión activa. Estos últimos no replican a un determinado benchmark como los ETFs de beta estratégico sino que lo que pretenden es superar la rentabilidad de ese índice de referencia.
Dentro de la industria algunos ven la popularidad de los ETFs de Beta estratégico como una amenaza para los ETFs tradicionales. Basan su argumento en que los índices tradicionales (los de renta variable, en particular) están construidos en función de la capitalización de mercado y que existen formas más “inteligentes” de construir carteras.
En nuestra opinión los ETFs de beta estratégico no constituyen un riesgo para los fondos de gestión pasiva tradicionales. Los inversores que quieran tener una exposición a un determinado mercado seguirán favoreciendo los índices de capitalización bursátil ya que estos son una representación más fiel del mercado en su conjunto.
Los ETFs de beta estratégico sí que pueden constituir una amenaza para los fondos de gestión activa
Creemos, sin embargo, que los ETFs de beta estratégico sí que pueden constituir una amenaza para los fondos de gestión activa, especialmente para aquellos que cobran altas comisiones de gestión.
Tradicionalmente las rentabilidades de las carteras os se pueden descomponer en la beta y en el alfa, siendo la beta la rentabilidad del mercado y el alfa el rendimiento aportado por el gestor. Ahora bien varios estudios académicos han demostrado que el alfa puede explicarse por una serie de factores como el estilo de las compañías, el tamaño de los valores o el “momentum”, por citar unos cuantos.
La pregunta es: si somos capaces de identificar y aislar estos factores, ¿por qué no invertir directamente en ellos? Cada vez más inversores institucionales (como el Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega , el mayor del mundo, o Calpers, el mayor fondo de pensiones de Estados Unidos) ya han adoptado este enfoque. Falta poco para que el pequeño inversionista también lo haga… gracias a los ETFs de beta estratégico.
El alfa puede explicarse por una serie de factores
Además si la mayor parte de la rentabilidad que pueda obtener un gestor activo es básicamente el resultado de la exposición a una serie de factores, entonces hay poca justificación para cobrar altas comisiones. Y, por otra parte, el verdadero gestor activo también tendrá que demostrar que puede obtener una rentabilidad por encima del mercado una vez deducida la influencia de la exposición a estos factores.