Son muchos los analistas que piensan que se está formando una burbuja en los mercados de renta fija y, especialmente, en los de deuda pública, pero también hay argumentos que matizan esta opinión.
Aunque a finales del año pasado muchos inversores dudaban de que pudieran conseguir rentabilidades aceptables con fondos de renta fija, los mercados han vuelto, una vez más, a quitarles la razón. En efecto, en los cinco primeros meses de este año, los fondos de renta fija de la zona euro (los de la categoría “diversificada”) han registrado una subida media del 4%.
De ahí que muchos expertos estiman que el potencial de bajadas adicionales en los tipos de interés es limitado y apuntan, por el contrario, a la posibilidad de que estos empiecen a subir. Algunos, incluso, hablan de burbuja en el mercado de renta fija. Pero, ¿existe realmente una burbuja en los mercados de bonos?
Para contestar a esta pregunta de una forma sosegada, primero tenemos que intentar definir el concepto al que nos estamos refiriendo. ¿Qué es una burbuja? No existe una definición precisa de este término, aunque sí podemos distinguir varios elementos comunes a las distintas burbujas que se han producido a lo largo de la historia de los mercados financieros. Estos podrían ser los siguientes: retornos anormales, participación masiva del público y desconexión de la realidad económica. Examinemos cada uno de estos criterios con más detenimiento.
Retornos anormales
El comportamiento de los valores tecnológicos durante la segunda mitad de los años 90 es un buen ejemplo de las rentabilidades anormalmente altas que se pudieron observar durante un periodo que todos los analistas calificaron, a posteriori, de burbuja. El índice Nasdaq, en efecto, acumuló una revalorización del 1.000% (es decir su valor se multiplicó por 10) en apenas tres años, entre marzo de 1990 y marzo del 2000.
El caso actual de los fondos de renta fija no llega, desde luego, a estos extremos. En estos últimos tres años, la rentabilidad media anual es de aproximadamente el 5%. Rentabilidades del orden del 6% anual no pueden considerarse como anormales, sobre todo teniendo en cuenta que un inversor que hubiera comprado en marzo del 2000 una obligación a un plazo de tres años y la hubiera mantenido hasta el vencimiento, hubiera conseguido una rentabilidad del 4,5%.
Desconexión de la realidad económica
La burbuja tecnológica fue también un caso extremo de la exuberancia irracional de los inversores. Estos llegaron a pagar precios astronómicos por acciones de compañías que presentaban pérdidas abismales y con pocas posibilidades de llegar algún día a dar beneficios. La desconexión respecto a la realidad económica era abrumadora. ¿Es el caso con el precio actual de los bonos? Probablemente, no. No olvidemos que los bonos tienen un valor intrínseco real. Una obligación no es un título cualquiera; es un activo que ofrece al que lo compra un cupón periódico y que, además, le devuelve el principal a vencimiento.
Por otra parte, es importante decir que las ganancias que han registrado los fondos de renta fija en estos últimos años, no sólo se deben a un mayor conservadurismo por parte de los inversores, sino que estas revalorizaciones (o bajadas de tipos de interés) también responden a un determinado cuadro macroeconómico general: bajo crecimiento y bajas tasas de inflación. Un empeoramiento de la ya que por sí delicada situación macroeconómica actual seguiría jugando a favor de los bonos gubernamentales. A todo esto hay que añadir el hecho de que los bancos centrales (tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo) están decididos a mantener los tipos de interés a corto plazo en niveles históricamente bajos durante un largo periodo de tiempo.
Participación masiva del público
La participación masiva del público es otro de los elementos necesarios e indispensables en la formación de una burbuja. Cabe preguntarse, por lo tanto, cuál es el grado de participación del público en la reciente subida de los bonos. En el gráfico siguiente vemos los flujos netos que han entrado en fondos de renta fija a nivel europeo. Destaca el hecho de que desde mediados del año pasado estas entradas de dinero se han moderado bastante.
Fuente: Morningstar Direct
Pero hay otros elementos que juegan a favor de los bonos, como la creciente demanda institucional o la previsión de bajas rentabilidades futuras en los mercados financieros.
Demanda institucional
Muchos analistas recalcan que la demanda de bonos por parte de inversores institucionales y, especialmente, de compañías aseguradoras, seguirá creciendo en el futuro a pesar de los bajos tipos de interés actuales. Es de sobra conocido que muchas de estas empresas asumieron un riesgo excesivo en renta variable durante la reciente burbuja bursátil. Una vez “aprendida la lección”, es probable que no vuelvan a incurrir en los mismos excesos y que aumenten su apetito por los títulos de renta fija.
Entorno de rentabilidades bajas
Otra opinión generalmente admitida entre los analistas es que será difícil que las bolsas vuelvan a ofrecer, en el futuro, las rentabilidades que experimentaron durante la década de los noventa (en ese periodo, por ejemplo, el Ibex 35 registró una rentabilidad del 14,5% anual). Rentabilidades de dos dígitos serán difícilmente alcanzables, advierten. La mayoría estima que la rentabilidad de los activos financieros globales (renta fija y renta variable) durante los próximos diez años se situará en torno a un 6% anual. Es, por lo tanto, lógico pensar que en un entorno de rentabilidades bajas, aumente el atractivo de los títulos de renta fija. Por supuesto, las acciones podrán ofrecer una mayor rentabilidad pero a costa de un mayor riesgo.