Si uno dudaba de que los inversores en ETFs y en fondos de inversión están hecho de distinta pasta, basta mirar los flujos netos en algunas categorías americanas, especialmente la de renta variable emergente, para darse cuenta de ello. En año pasado, no es un secreto para nadie, no fue un buen año para los mercados emergentes. El simple anuncio por parte de la Reserva Federal de que se estaba planteando iniciar una reducción de compras de bonos hizo caer con fuerza a las bolsas emergentes. En el conjunto del año el índice MSCI Emerging Markets cayó cerca de un 7% en dólares.
Pero lo curioso es que los inversores en fondos de renta variable emergente reaccionaron de forma distinta de los inversores en ETFs de esta misma categoría. Estos últimos, que suelen ser en mayor medida inversores institucionales (el Vanguard FTSE Emerging Markets o el iShares MSCI Emerging Market tienen al menos un 65% de inversores institucionales) tienden a seguir modelos tácticos de market-timing, vendieron cerca de 6.600 millones de dólares mientras que los inversores en fondos de mercados emergentes, pertenecientes mayoritariamente a inversores individuales y con una visión de más largo plazo, realizaron aportaciones netas por valor de unos 39.000 millones de dólares.