Una de las leyendas urbanas que circulan por la comunidad financiera es que si uno quiere invertir a largo plazo el instrumento ideal es el fondo de inversión, mientras que para una inversión a corto plazo el ETF sería el más adecuado. La idea que hay detrás de esta leyenda es doble.
Primero está el hecho de que los fondos de inversión disfrutan de unas ventajas fiscales (fundamentalmente la exención fiscal de los traspasos de un producto a otro) que no tienen los ETFs. Es cierto. Pero, supongamos que uno quiere tener una parte de su cartera en un activo determinado (ya sea renta variable o renta fija) y, esto es lo importante, mantenerlo a largo plazo en cartera independientemente del comportamiento de los mercados. En este caso la diferencia fiscal entre fondo y ETF desaparece ya que si al final uno hace líquida su inversión (es decir vende su fondo o su ETF) pagará los mismos impuestos. Por lo tanto para invertir a largo plazo (siempre que uno no tenga previsto realizar cambios o rebalanceos de cartera) el argumento fiscal a favor de los fondos pierde gran parte de su fuerza.
La segunda idea es que el ETF es un producto que por sus características (uno puede comprarlos y venderlos a lo largo de la sesión bursátil al precio que uno establezca, como cualquier otra acción) se adapta más a la operativa de corto plazo que un fondo de inversión. Es cierto que es especular con fondos de inversión tiene poco sentido (y no me refiero con esto al hecho de que la mayoría de especuladores obtienen resultados decepcionantes). Primero porque la propia operativa de suscripciones y reembolsos hace que el inversor no sepa de antemano a qué precio va a comprar o vender esas participaciones. Los fondos calculan, en efecto, un valor liquidativo diario que se calcula con los precios de cierre de los mercados en los que invierte. Luego, porque algunos fondos suelen cobrar comisiones de reembolso (que generalmente disminuyen con el periodo de mantenimiento de las participaciones) para evitar precisamente el desbarajuste que provocan las entradas y salidas rápidas de dinero.
Por lo tanto, sí, en ese sentido los ETFs son probablemente productos más adecuados para el corto plazo. Pero eso no significa que no lo sean también para el largo plazo. Incluso, diría que tienen una gran ventaja respecto a los fondos para invertir a un plazo temporal extendido: sus menores comisiones (aunque evidentemente en la comparativa entre un producto y otro hay que tener en cuenta todos los costes como los cánones bursátiles y la comisión de custodia en el caso de los ETFs). Y para un inversor de largo plazo ese es el factor determinante. Y cuanto mayor el plazo, mayor su importancia.