Para el inversor de largo plazo, saber cómo incrementar o reducir el riesgo de su cartera es una tarea relativamente sencilla. Si uno quiere incrementar el nivel de riesgo puede simplemente aumentar la duración de la cartera de fondos de renta fija, traspasar activos de la renta fija a la renta variable, o sobreponderar los fondos de acciones emergentes. Esta es la parte sencilla del juego. Saber cuándo incrementar o reducir los activos de riesgo de una cartera es una tarea más complicada.
Aunque sea evidente, el nivel de riesgo está generalmente determinado por la aversión al riesgo del inversor y, en cierta medida por su edad. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que la gente joven puede asumir más riesgo que la gente mayor. Este enfoque es desde luego el correcto. Cuanto más joven es el inversor, mayor tiempo tiene él o ella para recuperarse de una posible pérdida en su cartera. O, en otras palabras, cuanto mayor es el plazo de inversión, mayor es la probabilidad de que la inversión termine con una rentabilidad positiva. El problema de este enfoque es que a posteriori podemos encontrar algunos períodos donde el inversor (ya sea joven o viejo) no hubiera obtenido una rentabilidad satisfactoria para su inversión. Pensemos por ejemplo en un inversor que hubiera invertido todo su capital en la bolsa a principios de 1965. Habría tenido una rentabilidad bastante pobre, incluso después de 15 años, (menos de un 2% anual, considerando una inversión en dólares en el S&P 500).
Dicho esto, tenemos que reconocer que la diversificación de la cartera de acuerdo con la edad del inversor (asignando, por ejemplo, un porcentaje de renta fija igual a la edad del inversor, una medida sugerida por Jack Bogle, el fundador de Vanguard) es una manera relativamente sencilla de obtener rentabilidades razonables a largo plazo. Intrínsicamente, usar este sistema es también admitir que la asignación de activos no debe o no depende de las condiciones macroeconómicas del mercado.
Pero también debemos admitir que si analizamos las rentabilidades pasadas, hay algunos momentos de la historia en los que ha sido más interesante invertir en renta variable o, por lo menos, en los que había menos riesgo de invertir en acciones. La cuestión es cómo identificar esos momentos privilegiados. La respuesta es: mirando simplemente las valoraciones. Esto no debería ser una sorpresa. Varios estudios han demostrado que el nivel de valoración en el momento en el que uno invierte determina en gran parte la rentabilidad a largo plazo que uno obtendrá.
En el siguiente gráfico hemos comparado el PER histórico del S&P 500 (línea azul, escala izquierda) con las rentabilidades obtenidas en los siguientes diez años por dicho índice (línea roja, escala derecha). Por ejemplo, el último punto en el gráfico representa el PER de Agosto de 2001 (alrededor de 32) y la rentabilidad (0,9 anual en USD) lograda por el índice americano desde Agosto de 2001 a Agosto de 2011. El PER que hemos utilizado para elaborar el gráfico es el PER de Shiller (calculado por el profesor Peter Shilller en base a la media de los ingresos ajustados la inflación de los 10 años anteriores y fácilmente asequible por el inversor particular en el siguiente enlace: http://www.multpl.com/).
Lo que está claro de este gráfico es que si uno invierte en renta variable en un punto en el que el PER está en un nivel “alto” comparado con la media histórica, existe una elevada probabilidad de que el inversor obtenga una rentabilidad a largo plazo por debajo de la media a lo largo de la década posterior.
Obviamente no es una relación perfecta pero en el siguiente gráfico (que refleja otra forma de representar esta relación), podemos ver que en el pasado ha sido prácticamente imposible obtener una rentabilidad de dos dígitos a 10 años vista si uno ha empezado a invertir en un punto en el que el PER estaba por encima de 20.
Esta relación, aún siendo imperfecta, nos ofrece una manera práctica de sobreponderar o infraponderar la renta variable en una cartera basándose no en el nivel de riesgo sino en las valoraciones del mercado… pero es primordial que el inversor tenga una perspectiva de inversión muy a largo plazo.