Admito que en estos últimos años no he sido un gran fanático de la inversión en mercados emergentes, aconsejando en muchas ocasiones tener exposición a estos activos de forma limitada en las carteras. No creía mucho en la teoría de lo que los anglosajones llaman el “decoupling” según la cual las mayores perspectivas de crecimiento de los mercados emergentes así como su mejor situación fiscal comparada con los países desarrollados harán que las bolsas emergentes se comporten mejor que sus homólogas occidentales. Ni sigo creyendo ahora mismo.
De hecho si comparamos la evolución histórica del MSCI Emerging Markets (índice de referencia para las bolsas emergentes) con el MSCI World (el benchmark para los mercados mundiales pero que excluye a los emergentes), la correlación entre estos dos índices en estos últimos cinco años supera el 90%, lo que significa que cuando los mercados desarrollados suben también lo hacen los mercados emergentes y lo mismo cuando bajan, aunque lo hacen con más virulencia (para los técnicos, la beta en ese periodo es de casi el 1,3). No creo, por lo tanto, que en el futuro vaya a producirse una descorrelación o un desacoplamiento entre ambos mercados. Ahora bien, pensando en el largo plazo creo que es un buen momento para volver la mirada hacia los emergentes. Y no lo digo porque las economías en desarrollo van a generar un crecimiento muy por encima de unas economías occidentales inmersas en un duro proceso de desendeudamiento.
Hay que recordar en este punto que no existe correlación entre el crecimiento económico de un país y el comportamiento de su bolsa.
Mirar hacia el crecimiento es el error habitual que cometen los inversores. Hay que recordar en este punto que no existe correlación entre el crecimiento económico de un país y el comportamiento de su bolsa. Si fuera así sería muy fácil ganar dinero en los mercados. Bastaría invertir en los países con mayores tasas de crecimiento. Pero no es así. China, por ejemplo, con un crecimiento muy por encima del de Estados Unidos presenta una caída de su bolsa de más del 40% frente a unos retrocesos casi insignificantes para el mercado americano. Cierto es que el crecimiento del país asiático no es lo que era. Ya no crece a tasas de dos dígitos. Pero si partimos del argumento de que la bolsa no registra mayores ganancias por el mero hecho de que el país presenta mayores tasas de crecimiento, también tendremos que admitir el argumento de que no por tener un crecimiento más débil la bolsa se comportará peor.
En realidad, el factor que mejor explica el comportamiento futuro de la bolsa es la valoración del propio mercado.
En realidad, el factor que mejor explica el comportamiento futuro de la bolsa es la valoración del propio mercado. Y en este sentido el mercado chino es cada vez más atractivo. Hace cinco años el ratio precio sobre beneficio del índice MSCI China superaba ampliamente la cifra de 25. En aquel momento los mercados emergentes cotizaban con una fuerte prima sobre los mercados desarrollados (el PER del MSCI World se situaba en los entornos de las 15 veces beneficios). Hoy en día, la situación es completamente distinta: las valoraciones de los mercados desarrollados apenas ha variado, mientras que las de los emergentes (y especialmente la de China) han caído significativamente. Viendo las caídas que han experimentado los mercados emergentes (y sobre todo China) en estos últimos cinco años es obvio decir que ahora estos mercados se han vuelto más baratos… pero las valoraciones están ahí para justificarlo. El que los precios hayan caído no significa necesariamente que las valoraciones se hayan vuelto más atractivas.