En su último comentario, Bill Nygren (pinche aquí para leer el comentario en su totalidad) explica que como inversor “value” cuando invierte en una compañía no espera un cambio en los fundamentos de esta compañía, sino que espera una revalorización de la acción en el momento en el que los inversores cambien su forma de pensar sobre esa compañía, o dicho de otra manera, cuando cambien sus prejuicios sobre esa compañía. Por el ejemplo de Disney, de Dell o de eBay.
Esos prejuicios son los que hacen que en determinados momentos un segmento entero del mercado pueda estar infravalorado. Uno de los prejuicios que comenta Nygren es el hecho de que muchos asesores consideran que los bonos a largo plazo americanos están muy sobrevalorados, pero que para reducir el riesgo hay que mantenerlos en cartera ya que la teoría nos dice que los bonos tienen menos riesgo que las acciones. Pero Nygren recalca que tenemos poca historia en la que los tipos de interés han estado tan próximos a cero. Y cuando las valoraciones están en niveles extremos, como piensa que es el caso para los bonos, la volatilidad histórica no es un buen indicador del riesgo futuro.
Toma el ejemplo del bono a 30 años del Tesoro americano que cotiza a unos tipos de interés del 2,7%, frente a un 5,8% hace unos 10 años. Si en los próximos cinco años el bono vuelve a cotizar a sus niveles de hace una década, los inversores sufrirían unas pérdidas muy importantes. ¿De cuánto? ¡De casi el 30%! (43% de pérdida del principal del bono a los que habría que restar unos cupones totales del 14%). Es un precio muy alto para reducir el riesgo de una cartera.
Esto hay que compararlo, dice Nygren, con el S&P 500 que ofrece una rentabilidad por dividendo ligeramente inferior al bono a largo plazo, pero que cotiza con un PER (relación precio sobre beneficios) del 12,9. Si partimos de la hipótesis de que los beneficios van a crecer un 6% anual, el PER de la bolsa tiene que caer hasta 7 veces beneficios para igual la pérdida del inversor en bonos del Tesoro a largo plazo.
Con esto concluye que un inversor que está intentando reducir el riesgo de su cartera vendiendo acciones y comprando bonos está probablemente incrementando sus posibilidades de perder dinero.