El enigma de la economía japonesa

No existe en el mundo ninguna otra economía que presente tanto misterio como la japonesa. Sufre de una deflación crónica a pesar de contar aún con algunas de las mejores empresas del mundo. Ha experimentado una década de estancamiento económico pero sigue siendo la segunda potencia económica del planeta. Y las acciones japonesas no gozan de mucho éxito entre los inversores nipones pese a que mantienen su atractivo para los inversores extranjeros.

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Hay una cosa que no da lugar a dudas. Los inversores en la bolsa japonesa han sufrido un tremendo castigo desde el pinchazo de la burbuja bursátil e inmobiliaria en 1990. Al final de 1989 el índice Nikkei 225, el principal índice de la bolsa japonesa, tocó un máximo de casi 30.000 puntos mientras que hoy en día se encuentra en los 11.200 puntos, su nivel más bajo en los últimos 16 años.

Pero hay otras cosas que no son tan claras. Los que se pavonean de la buena salud de la economía británica, por ejemplo, deberían recordar que la economía japonesa es casi dos veces y medio más grande que la del Reino Unido. Incluso teniendo en cuenta el hecho de que la población japonesa es mayor, la economía nipona tiene un mayor PIB por habitante que Gran Bretaña.

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Y formando parte de esta economía se encuentran algunas de las empresas más importantes del mundo. Estas incluyen algunas de renombre como Hitachi, Nintendo, Sony o Toshiba. Pero también algunas empresas más pequeñas pero muy productivas. Estas empresas son precisamente las que están presentes en las carteras de los gestores de fondos que mantienen una visión optimista a pesar de los problemas macroeconómicos.

Optimismo a nivel político

Hoy en día existe una verdadera oleada de optimismo en Japón respecto a su nuevo y carismático primer ministro Junichiro Koizumi. Los japoneses lo han elegido (en realidad ha conseguido unos resultados increíblemente altos entre la opinión pública) porque piensan que pondrá en marcha las necesarias reformas estructurales. La gente lo ve como un inconformista que luchará contra la vieja guarda de burócratas y políticos.

Naturalmente también se eleven algunas voces críticas contra el “fenómeno Koizumi”. Algunos argumentan que es esencialmente un político y que al final no tendrá el coraje de remover el poder establecido con sus prometidas reformas estructurales. Otros incluso opinan que su paquete de reformas sólo hará empeorar las cosas.

Para que los inversores entiendan el potencial pero también los riesgos de invertir en Japón es necesario examinar la economía japonesa desde el origen de sus dificultades allá por 1990. Esencialmente, es una historia de profundos problemas, de muchas discusiones pero en definitiva de pocos cambios en la práctica. Una vez comprendida esta experiencia tendremos las bases para entender la trayectoria futura de la economía japonesa.

Problemas a nivel económico

Los problemas de la economía japonesa pueden dividirse en dos tipos: los que subsisten desde al menos una década y los que han surgido más recientemente como consecuencia de la incapacidad de solucionar el problema de esta debilidad de más largo plazo. Cada analista y comentarista atribuye un peso diferente a cada uno de estos dos tipos de problemas.

También es muy importante reconocer que estas dificultades están interrelacionadas. Aunque es necesario distinguirlas desde un punto de vista analítico, es fundamental entender que los problema que afectan a una parte también influyen en la otra.

Los problemas económicos de largo plazo incluyen:

- Morosidad en el sistema bancario:

El pinchazo de la “burbuja económica” ha dejado al sistema bancario plagado de deudas impagadas. Después de una década y a pesar de varios intentos para solucionar este problema por parte de las autoridades, las cosas parecen incluso haber empeorado.

En abril, la Agencia de Supervisión Financiera estimó que la totalidad de esa deuda impagada (entendida ésta en su sentido más amplio) podía sumar unos 150 trillones de yenes lo que equivale prácticamente al Producto Interior Bruto de Gran Bretaña. Pero incluso considerando una definición más rígida, la cantidad, superior a los 17 trillones de yenes, aún es enorme.

El problema de la morosidad tiene su origen en el descalabro de las cotizaciones de las acciones y de los precios de los terrenos – los cuales han caído año tras año desde 1990. Muchas empresas utilizaban esos activos como garantía cuando pedían prestamos a los bancos. Cuando los precios empezaron a caer, las empresas entraron en serias dificultades al no poder devolver esos préstamos.

Pero el impacto de los problemas de los bancos se extendió mucho más allá del propio sector. Los bancos, en efecto, restringieron la concesión de nuevos préstamos a las empresas incluso para las mejores de entre ellas.

El continuo deterioro del precio de las acciones acentuó el problema. Dado que los bancos japoneses consideraban sus propias acciones como parte del capital de la empresa, tenían forzosamente que restringir sus préstamos para cumplir con las normas internacionales.

Según Edward Lincoln, un especialista de la economía japonesa en la Brookings Institution de Washington, la aprehensión de los bancos es uno de los motivos por los cuales los problemas duran tanto tiempo. Los bancos japoneses han considerado como deuda impagada alguna deuda que era simplemente “no-rentable” en lugar de tomar medidas contra las compañías implicadas.

- Instituciones anticuadas:

Las instituciones y el sistema político japonés fueron diseñados para otra época. Las instituciones que funcionaron bien durante el periodo de fuerte crecimiento se han revelado ineficientes para resolver los problemas durante un periodo de estancamiento económico.

Durante los años del milagro japonés, de 1950 a 1970, cuando la economía crecía a ritmos del 10% anual, las viejas instituciones fueron tremendamente efectivas. Unas instituciones claves como el Ministerio del Comercio Internacional y de la Industria (el famoso MITI) aseguraba que el capital se dirigiera hacia los sectores más productivos de la economía.

Pero estas instituciones se han mostrado incapaces de lidiar con una economía que apenas crecía. Algunos cambios puramente estéticos, como por ejemplo el cambio de nombre del MITI a Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI), no van a resolver los problemas. Aunque el METI tenga unos objetivos bien establecidos aún tiene que demostrar que puede jugar un papel importante en la creación del nuevo Japón.

Un sistema político muy poco flexible también ha contribuido a aumentar los problemas de rigidez burocrática. El Partido Liberal Demócrata (PLD) que ha gobernado el país desde su creación en 1950, no ha tenido, por lo menos hasta ahora, el coraje de afrontar con decisión los problemas económicos del país. Siempre se ha limitado a hablar de reestructuraciones antes que tomar las dolorosas medidas para volver a impulsar la economía.

Los problemas más recientes incluyen:

- Una deuda pública en aumento:

Las autoridades japonesas han preferido gastarse grandes cantidades de dinero para intentar solucionar los problemas de la economía del país. Como consecuencia, la deuda del sector público ha crecido hasta alcanzar el 130% del Producto Interior Bruto. Jesper Koll, economista jefe de Merrill Lynch en Tokio, ha definido la política del gobierno japonés durante estos últimos años como el mayor experimento del socialismo financiero desde Stalin.

En realidad, algunos sectores de la economía se han aprovechado de este gasto público como por ejemplo el sector de la construcción que ha realizado importantes obras de infraestructura. Pero existe el convencimiento de que inyectar moneda en la economía tendrá en el mejor de los casos un efecto nulo en la economía. En el peor de los casos, la situación empeorará al provocar un nuevo problema de morosidad en la economía.

- Una caída de los precios:

Desde el final de los años 90 la economía japonesa ha experimentado una fuerte caída en los precios al consumo. Aunque a primera vista esto puede parecer bueno para los comerciantes – el precio de algunos productos japoneses era exorbitante – también puede causar serios problemas.

Cuando los precios caen de forma consistente, no existe incentivo para el consumo. En efecto, ¿por qué pagar 1.000 yenes por un producto hoy en día si dentro de un año podré comprarlo por 900? Como resultado, la actividad económica disminuye ya que los consumidores prefieren ahorrar en lugar de gastar.

Este fenómeno ha llevado a muchos economistas, como Paul Krugman de la Universidad de Princeton, a pensar que la economía japonesa sufre una “trampa de liquidez”. Según ellos, la situación actual del país nipón tiene muchos parecidos con la Gran Depresión de los años 30.

Soluciones

Existen dos escuelas de pensamiento que proponen soluciones distintas para resolver los problemas económicos japoneses. Mientras que las autoridades niponas han finalmente aceptado la idea de que la “reestructuración” es necesaria – aunque lo que entiendan por ese término está abierto a debate – otros son de la opinión que esto sólo hará empeorar las cosas. La mayoría de los economistas que no trabajan para instituciones financieras argumentan que un estricto control de la inflación y un yen débil es el camino a seguir.

La vía de la reestructuración

El gobierno japonés ha aceptado la idea de que es necesario estimular la economía. El plato fuerte del programa del gobierno de Koizumi es precisamente promover una reforma económica.

Muchas de las instituciones clave en Japón (como el propio Banco de Japón, el Keidanren – la federación de empresarios – y gran parte del partido en el gobierno, el PLD) también creen en la necesidad de poner en marcha un plan de reestructuración.

Según Jesper Koll de Merrill Lynch este cambio de actitud se debe al miedo que tiene Japón de perder su posición económica en el mundo. “En 1990 Japón estaba a la cabeza de las economías mundiales, pero en el 2001 se encuentra obsesionada con la idea de convertirse en un jugador de segunda o tercera fila”.

Aunque de momento no sabemos exactamente qué tipo de reestructuración se pondrá en pie, todo apunta a que será en la línea del “tatcherismo” inglés de los años 80. No cabe duda de que el proceso de desregulación y de liberalización golpeará a las empresas más endebles. Pero tras un parón económico temporal permitirá a las empresas más fuertes prosperar. Un aumento de la tasa de paro de y de las quiebras será sin duda inevitable.

Según Edward Lincoln del Brookings Institution, la necesidad de emprender reformas es indiscutible pero duda de si Koizumi tendrá la voluntad de enfrentarse a los poderes establecidos. También indica que Koizumi es un político de tercera generación que has sido un miembro fiel del LPD durante 32 años. Según él, “Koizumi no es un reformista radical”.

Inflación controlada

La visión opuesta, de Paul Krugman entre otros, es que las autoridades japonesas necesitan reavivar la inflación de una forma controlada para sacar al país de esta trampa de liquidez. De esta forma los consumidores japoneses tendrían una razón para consumir y la economía podría reemprender el camino del crecimiento.

Esta solución se basa en la hipótesis de que los problemas económicos de Japón se sitúan en el lado de la demanda. En otras palabras, se derivan de una insuficiencia de demanda por parte tanto de las empresas como de los consumidores más que en factores “estructurales”.

La inflación también tendría como ventaja la de reducir la carga de la deuda morosa. El valor real de los préstamos podría erosionarse si la inflación aumenta. Algo menos discutido es la posibilidad que los ahorros – muy importantes en Japón – podrían disminuir en términos reales. Desde este punto de vista la medida sería una manera de que los ahorradores ayudasen a pagar la eliminación de las deudas morosas.

Algunos sostienen que una inflación controlada es la única solución para resolver los problemas económicos japoneses. Si el Sr Koizumi pone realmente en practica su política de reformas el resultado será un desastre ya que los problemas de demanda deben tratarse de forma diferente que los problemas de oferta. Por lo tanto cualquier medida que reduzca la demanda (como una reestructuración) simplemente sumiría la economía en una depresión aún más profunda.

En todo caso todos están de acuerdo en que hoy en día lo que necesita la economía japonesa es un yen más débil. Es increíble como la divisa nipona ha pasado de 144 yenes por dólar en 1989 a unos 120 yenes por dólar actualmente. En otras palabras, el yen se ha fortalecido respecto al dólar norteamericano a pesar de sus problemas económicos y de la fortaleza de la economía estadounidense en los últimos años.

Un yen débil favorecería las exportaciones japonesas, lo que significaría que el resto del mundo ayudaría a Japón al comprar más productos japoneses.

Afortunadamente para Japón, la administración Bush está siendo más conciliadora que sus predecesores respecto a la idea de un yen más débil. Pero la actitud de los americanos podría cambiar si las compañías norteamericanas se ven perjudicadas por las importaciones de productos japoneses más baratos.

Aceptar el sufrimiento

A pesar del intenso debate, las dos partes tienen probablemente más puntos en común de lo que realmente piensan. Ambas coinciden en que es necesario que la economía japonesa tenga que sufrir a corto plazo para mejorar su situación a más largo plazo. Más concretamente, los sectores más fuertes de la economía deben poder desarrollarse mientras que los más débiles deberían desaparecer.

Pero por razones políticas, las dos partes no se atreven a decir esto de forma más explícita. Por ejemplo, los que se pronuncian a favor de una inflación controlada dicen que será un proceso sin dolor. Pero esto también puede conducir a una erosión del nivel de vida y una disminución del valor de los ahorros.

Sin embargo, debemos reconocer que los japoneses ya han sufrido en sus propias carnes los efectos de la desaceleración económica durante la década pasada. La tasa de desempleo, por ejemplo, ha aumentado desde el 2,2% en 1990 hasta el 4,8% en Abril de 2001.

La mayor esperanza es que la gran mayoría de la población reconozca la necesidad de sacrificios a corto plazo para que la economía vuelva a despegar. Pero vender esto, desde luego, no es nada fácil.

Los inversores deben prestar especial atención a este proceso. El éxito de invertir en Japón depende tanto de la correcta elección de los valores como de la implementación de estas reformas económicas.
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Sobre el Autor

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