Si miramos fríamente los datos de comportamiento de distintos tipos de activos, claramente el peor mercado de renta variable durante los últimos 20 años ha sido Japón. El país asiático se ha caracterizado durante gran parte de este periodo por ser un conjunto de empresas que han puesto los intereses de sus accionistas muy por debajo del de sus clientes, directivos y empleados; ha estado marcado por una serie de gobiernos débiles controlados por sus funcionarios; su banco central ha tardado demasiado en acabar la guerra de la inflación e incluso en darse cuenta de que su verdadera preocupación debería haber sido la deflación; tiene una población en rápido envejecimiento y declive.
Además un punto de partida de valoraciones muy elevadas ha servido para asegurar una rentabilidad horrorosa para su renta variable. En el momento en que el primer ministro Abe fue capaz de introducir nuevas políticas radicales para sacar a Japón de su desastre, la herramienta de reactivación más poderosa fue la depreciación de la moneda, que para los inversores extranjeros, ha diluido masivamente el mercado alcista de los últimos dos años.
Pero a pesar de que muchos comentaristas suelen apuntar a determinadas clases de activos que han obtenido rentabilidades por debajo de la media (como Japón), la verdad es que sobre períodos de tiempo tan largos, la decisión clave ha sido si invertir o no. Aquellos que han rechazado la inversión durante los últimos 20 años, en general, han perdido frente aquellos que han asumido el riesgo de invertir.
Como dicen los anglosajones es mucho más importante el “time in the markets” que el “timing the markets”, es decir es mucho más importante el tiempo que uno está en el mercado que intentar adivinar cuando entrar y cuando salirse del mercado.
Aunque una cartera bien gestionada y diversificada (preferentemente a través de fondos de inversión ya que es el instrumento más adaptado para este propósito) pueda parecerse aburrida para muchos inversores (la estrategia de comprar y mantener, con reequilibrios periódicos sigue siendo a nuestro juicio la más recomendable para el pequeño inversor, y es poco propensa a generar sentimientos de euforia o de pánico que suelen tener aquellos inversores expuestos a posiciones muy concentradas en pocos valores individuales es, sin duda, la manera más adecuada para conseguir el objetivo más esencial de la inversión, que es incrementar el valor neto de nuestro patrimonio.