Hay muchas formas de construir una cartera de fondos. La forma tradicional es partir de una cartera tipo en función del horizonte temporal y del nivel de riesgo que uno está dispuesto a asumir, estableciendo a priori un determinad peso en renta variable y en renta fija (se puede evidentemente complicar la construcción de cartera incorporando otros tipos de activos como materias primas, divisas, etc). De esta manera partiremos bien de una cartera conservadora (supongamos que con un 25% en renta variable), bien de una cartera moderada (con un 50% en renta variable), bien de una cartera agresiva (con, por ejemplo, un 75% en renta variable). Esto sería la parte estratégica de la cartera. Una vez constituida esta parte central de la cartera, uno puede incorporar su propia visión (la parte táctica) de lo que está ocurriendo en los mercados (sobreponderando o infraponderando algún tipo de activo) o simplemente reequilibrar esa cartera en función de la propia evolución de los mercados (si la renta variable, por poner un ejemplo, ha subido mucho sería buena idea reducir su peso en beneficio de otros tipos de activos que han tenido un peor comportamiento relativo).
Al margen de esta forma tradicional de construir una cartera o solapándose con ella existen otras maneras de plantear de este ejercicio. Últimamente se habla mucho del “value investing” (consiste, resumiéndolo mucho, en invertir en valores o mercados que presentan un precio atractivo en función del cálculo de determinados ratios fundamentales o en función del establecimiento de un determinado precio objetivo).
Pero hay otra forma de invertir de la que se habla muy poco en los círculos financieros y que sin embargo ha sido objeto de estudios académicos muy interesantes y prometedores: se trata del momentum investing.
Hace ya más de 20 años unos investigadores (Jegadeesh y Titman para nombrarles) publicaron un estudio titulado “Returns to Buying Winners and Selling Losers: Implications for Stock Market Efficiency” en el que demostraron (utilizando datos que cubrían el periodo de 1965 a 1989) que la rentabilidad a 1 año obtenida invirtiendo en las acciones más rentables de los últimos 12 meses superaba a la rentabilidad conseguida eligiendo las acciones menos rentables.
Aunque el análisis se centraba en el mercado americano, estudios posteriores han demostrado la validez de esta forma de invertir en otros mercados y con otros tipos de activos (no sólo con acciones).
No es mi intención aquí defender un estilo de inversión frente al otro, sino recordar que ambos son útiles y hasta cierto punto complementarios (combinar estrategias “value” con estrategias “momentum” ofrece un potencial de diversificación interesante) siempre que uno sea disciplinado y consistente en la implementación de la estrategia elegida.