Ante un escenario en el que tanto la renta variable como la renta fija no están en niveles que podemos considerar como baratos, muchos inversores se preguntarán qué hacer con sus inversiones en acciones y bonos y sobre todo si existe alguna alternativa a estas tradicionales clases de activo. Sobre el papel los llamados fondos alternativos. Lo cierto es que la definición de “alternativo” tiene varias acepciones. Unos consideran alternativo todo lo que no sea renta variable, ni renta fija (inmobiliario o materias primas por ejemplo). Pero evidentemente el concepto de estrategias alternativas va mucho más allá de esto y engloban a formas no tradicionales de invertir en estos activos. Evidentemente una de las grandes ventajas de los fondos de gestión alternativa es, en principio, su baja correlación con las acciones y los bonos, característica que les confiere un poder de diversificación importante. Este tipo de fondos también pretenden obtener ganancias en cualquier situación de mercado al contrario, por ejemplo, de los fondos tradicionales de acciones que no suelen obtener rentabilidades positivas en mercados bajistas.
Pues ahí tenemos dos “pruebas del algodón” para ver si un fondo de gestión alternativa es un candidato para ser incluido en una cartera tradicional. La primera prueba del algodón consiste en comprobar el grado de diversificación que puede aportar el fondo alternativo. Está claro que el inversor particular no tiene las herramientas necesarias para calcular un coeficiente de correlación entre varios tipos de activos y en distintos periodos de tiempo. Pero sí lo que puede hacer es tomar como referencia un año en el que la renta variable se ha comportado de forma negativa (como, por ejemplo en el 2008) y ver qué resultado ha obtenido el fondo alternativo en ese mismo periodo. Eso le dará una pequeña pista sobre el poder de diversificación que puede ofrecer el fondo en cuestión.
La segunda prueba del algodón para los fondos de gestión alternativa consiste en comprobar si son capaces de ofrecer rentabilidades positivas en cualquier entorno de mercado (ahora bien tampoco podemos pretender que obtengan más rentabilidad que los fondos puros de renta variable en periodos alcistas). Lo ideal sería calcular lo que los expertos llaman un “rolling return” a 12 meses (se calcula la serie mensual de rentabilidades a 12 meses). Como este cálculo tampoco está al alcance de cualquier inversor, lo que uno puede hacer es ver si el fondo alternativo ha generado rentabilidades positivas en cada año natural (sería técnicamente una serie anual y no mensual de rentabilidades a 12 meses). Estos no serviría para comprobar el carácter de rentabilidad absoluta (aunque es cierto que no es lo mismo un fondo de gestión alternativa que un fondo de rentabilidad absoluta) que tiene el fondo alternativo.